Alto y claro
No sé si podré expresarme sin dañar a alguna persona, no es mi intención, ya que la pretensión es decir alto y claro que no siempre se actúa con arreglo a las directrices o protocolos establecidos (al igual que Esperanza Aguirre es liberal, porque así lo repite constantemente, que está por el libre mercado y que sea la empresa privada la que traiga riqueza y empleo, pero eso sólo para los demás ciudadanos, para ella que lleva toda la vida en cargo público y que coloca a su hermana e hijo también con salario de todos nuestros impuestos, le cogió gusto al asunto, mientras predica cosa diferente, ¡así nos va en todo!). Y como esto, pasa en nuestra sanidad pública: existen listas de espera que sólo afectan a los ciudadanos de a pie; muchos otros, familiares de profesionales sanitarios, políticos, muchas profesiones por afinidad y el consejero de Sanidad, no las tienen. Y por tanto, esto es extensible a otros protocolos que se les aplica a rajatabla a los pacientes ordinarios o de escala inferior, y que cuando son parentesco cercano de quien debe aplicar ese mismo criterio se lo salta a la torera, ¿saben por qué? Porque es su hijo, su madre o hermano, y le duele no hacer todo cuanto está al alcance de la ciencia médica; destinarlo a cuidados paliativos, como me decía un oncólogo, le traía contradicciones morales, religiosas y de conciencia difíciles de encajar siempre. Pero he ahí que si es alguien ignoto, todo eso queda diluido, porque se limpia la conciencia con un papel protocolario que le exonera de todo pensamiento de culpabilidad por no intentar hasta la extenuación el salvar la vida de una persona, aunque su sintomatología sea igual a la de otros pacientes por los que nada se pudo hacer. Aunque debiera ser obvio, algunos profesionales de prestigio saben y repiten que perder la esperanza es asumir el fracaso de toda una profesión, que la misma enfermedad no tiene siempre el mismo recorrido, tampoco el paciente afectado puede pelear contra esa enfermedad del mismo modo que otro. La prueba está en Hugo.
Como decía, en fecha martes 10 de marzo, en la última página de este diario, el avilesino señor Hugo Pérez fue desahuciado por los médicos hace tres años por una leucemia, donde ya le dirigían a cuidados paliativos, y está vivo gracias a que no aceptó lo de terminal para su enfermedad. Es una pena que sólo quienes tienen medios económicos pueden intentarlo y, como vemos, conseguirlo, como Hugo.
¿Qué sienten ustedes, los que determinan como enfermedad terminal y dejan a su suerte a un paciente, después de ver el resultado de este señor que ustedes mandaban al desguace, allí donde no mandarían a su hijo? ¿No debiera hacerles cambiar ese protocolo y rebelarse contra directrices que van en contra de su código deontológico? ¡Fíjense que no llega a los 40 años!, pero es igual, como si tiene 90 años. Por bien de ustedes y de todos, que esos paliativos se conviertan en curativos inmediatamente.
Los enfermos y familiares, aun sabiendo que la enfermedad es gravísima, si tienen ese hilo de esperanza de que los profesionales que le cuidan tratarán en todo momento de salvarle la vida en vez de claudicar, será para todos una planta llena de realidades asumidas y, por lo tanto, esas expectativas mejorarán el ambiente que se respira en la actualidad en esa planta improcedente que está marcada por la muerte anunciada.
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