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Desmemoria histórica

15 de Marzo del 2015 - José María Izquierdo Ruiz (Oviedo)

El artículo de Ánxel Vence, “Los ayatolás son la bomba” (LA NUEVA ESPAÑA 9.3.2015) adolece de rigor histórico y de dilación y, sin argumentos sólidos, va sembrando el camino de sentimientos que lleven a una “conclusión” apriorística: Netanyahu y sus fieles son los buenos, y los ayatolás e Irán, los malos; que Obama está cambiando su buen hacer sobre Israel, y que sus negociaciones con Irán son peligrosas para aquel país.

Sin embargo, Barack Obama, con nombre judío, celebró recientemente en la Casa Blanca la fiesta hebrea del Janucá o Fiesta de la Luz, presidida por el candelabro de nueve brazos, con 8 velas de encender y apagar. ¡Y aún se queja el citado relator de que a Obama no le gustara el apocalíptico discurso de Netanyahu en la ONU! ¡No se preocupe, señor Vence, que la política de EE UU con Israel es de tiralíneas, pero hay que disimularla!

Entresaca Ánxel Vence de la historia del rey persa Asuero y de su esposa judía Esther, que por instigación del jefe militar Haman el rey decretó exterminar judíos. Cabe mencionar que Asuero, a instancias de la reina, decretó a renglón seguido, por escrito del benjaminita Mardoqueo, que se ayudara a los judíos, de forma que éstos se adelantaron y mataron a 75.000 enemigos; y que el rey hizo empalar a Haman y a sus diez hijos, cuyo patrimonio pasó a Esther, y el poder a Mardoqueo. Este cambio de suerte lo celebran los hebreos como la fiesta de los Purim.

Tras la segunda cautividad por los asirios, de los judíos en Babilonia, el persa Ciro II el Grande decretó la libertad de los judíos de su imperio, regresando a Judea 42.360, pero la mayoría se quedó; también ordenó la devolución de los tesoros arrebatados por los asirios, y los ayudó a reconstruir el templo de Jerusalén. Su nieto Darío mantuvo y mejoró dicha encomienda (Esdras, 2,7,8,10) y Nehemiah 7, en Kethubim).

Desde sus guerras en la Hélade y salvo esporádicos y remotos brotes antisemitas, y la “crisis de los rehenes”, Irán nunca molestó a Occidente, y la historia habla de buen trato a los judíos; de hecho, aún quedan miles de hebreos en Irán, y su Parlamento les reserva un escaño. ¿Por qué esa aversión a los iraníes?

A pesar del prolongado mal trato de Occidente, en lo que va de siglo Irán ha tendido puentes a EE UU ofreciendo respaldo contra los talibanes, aceptando el Gobierno proamericano de Irak, condenando los atentados del 11-S y combatiendo al EI.

Irán es un país fuerte, tres veces el tamaño de España, de variada y abrupta geografía, con una población joven, culta y, mayoritariamente laica, que ronda los ochenta millones con predominio ario, de rica y milenaria cultura, y que trata de estar a bien con Occidente; por eso negocia acuerdos con EE UU para el enriquecimiento de uranio en torno al 20%, suficiente para usos industriales pero lejos del 90% requerido para armas nucleares. No es mala noticia, aunque disienta el señor Vence, el que las negociaciones vayan por buen camino; pero aún sería mejor si los países como Israel, que ya tienen cabezas nucleares, rebajaran su riqueza en uranio hasta niveles válidos para uso industrial pero no bélico.

La revolución iraní de 1978, con el apoyo masivo de la población, no fue de inspiración religiosa, sino debida al mal gobierno del sha y al sentimiento de dignidad nacional ofendida por la larga dominación extranjera. El régimen islámico ha ido evolucionando hacia un Gobierno de laicos, vigilado por los Guardianes de la Revolución y con una presidencia religiosa (ajena a las viejas soflamas contra Israel) que dirime las cuestiones de política exterior. El régimen no es estrictamente totalitario, pues el poder está muy repartido y hay sustanciales diferencias entre los mandos.

Por su parte, Netanyahu es un radical que, por el hecho de que las Naciones Unidas admitieran a la autoridad palestina como miembro observador, volvió a expropiar tierras árabes de Jerusalén para construir nuevos asentamientos. Ya ni los propios hebreos lo quieren, como lo muestran las manifestaciones masivas en su contra.

En el citado artículo de A. Vence se echa de menos una somera mención a la Cisjordania ocupada, amurallada y troceada, y a la miserable vida que llevan los palestinos en su propia patria, por obra de Netanyahu y predecesores; una bomba moral en la conciencia humana.

José María Izquierdo Ruiz

Oviedo

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