De bien nacido es ser agradecido
Aún hoy, pasados más de 20 años, recuerdo aquel fatídico día de febrero de 1994, cuando con tan sólo 15 años me diagnosticaron la enfermedad de Hodgkin. Sin ser plenamente consciente de lo que me iba a ocurrir, mi vida desde ese momento cambió por completo: la juventud que me esperaba no sería como la de otros chicos de mi edad, la mía estaría rodeada de pruebas médicas, visitas continuas a la Residencia, quimioterapia, radiaciones, y lo más duro, todo lo que la palabra cáncer implicaba en aquellos años. Por los malos y duros momentos que pasé me siento tan orgullosa, por haber sido tan fuerte y haber superado esta dura enfermedad. Claro está que sin la ayuda de la gente que me rodeaba, esto no hubiera sido posible. Y ahora, que acabo de recibir mi alta clínica, es el momento de los agradecimientos. Porque, como dicen, ser agradecido es de bien nacido, y yo no iba a ser menos.
A mis padres, familiares y amigos, por su apoyo incondicional en esos duros momentos. También a los que en este largo recorrido de mi vida se han sumado a ella y me han hecho la vida mucho más fácil. Pero, sobre todo, quiero dar las gracias a la persona más importante en todo esto, la persona que me salvó la vida; hablo de mi médico y casi mi segundo padre, el doctor Francisco Javier Sánchez García, de hematología del Hospital San Agustín, y a todo su equipo, por hacerme ver todo con más normalidad y darme fuerzas para seguir adelante; por tratarme no como a una paciente, sino como a una persona, cuidándome como si de una hija se tratase, implicándose, llevándolo a un terreno personal y no sólo dejándolo en el terreno profesional.
Gracias a todos, de corazón. Ahora todo mi empeño está en apoyar y ayudar a los que sufren esta enfermedad, al igual que otros lo hicieron conmigo.
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