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La ineptitud del votante

17 de Marzo del 2015 - Alejandro González Lada (Urbiés)

Desde hace bastante tiempo, cada vez que entro en una discusión dialéctica apelo a la razón, ¡sí!, esa facultad de la que el humano está dotado y que debería permitirle argumentar discursos en apoyo a una idea o planteamiento, pero choco una y otra vez con loros; no me refiero a aves, me refiero a personas partidistas a las que una vez inculcada un frase, sin preocuparse de ahondar en la cuestión de si se tratará o no de un realidad, se hacen eco de una voz de fondo interesada. Vengo de una familia trabajadora, desde niño saboreé la felicidad de vivir sanamente en un pueblo de montaña en la cuenca minera asturiana, me siento orgulloso de mi familia, todos trabajaron y lucharon por una vida mejor, con abnegación total y absoluta en pos de los hijos, algunos incluso se dejaron la vida en el camino.

Todo ello hace de mí una persona (para bien o para mal) con conciencia, conciencia de clase, de trabajo, de compañerismo, de solidaridad, de humanismo y que, sin ganar nada en absoluto por promover y creer en estos principios, sigo empecinado en convencer a la gente para que piense, "cogito ergo sum", pienso, luego existo. ¿Cuántos-as de los que arremetéis contra algo o alguien lo hacéis por conocimiento personal de la causa y no por el eco de fondo?, ¿consideráis él y tú más un argumento de peso, convincente, sólido con el que podéis enterrar el fango sobre el que ahora, de golpe, se pretende cimentar el argumentario del futuro próximo?, ¿sabéis lo que queréis o simplemente no queréis lo que desconocéis? Sinceramente, dudo que sepáis lo que queréis, porque en caso de ser así, habría premisas claras en vuestros planteamientos y no cacareos manidos, surgidos de la fuente interesada. Digamos que no soy buen político, excesivamente directo, sobre todo cuando siento que son ofendidas mis personas más queridas. Jamás me quedaría de brazos cruzados si veo que a alguien de mi entorno lo echan del trabajo sin motivo alguno, no podría dormir tranquilo si de mí dependiera que una persona pudiera dormir en una casa o a la intemperie por orden de un banco intervenido, me sentiría humillado si el día de mañana no pudiera acudir a un juicio en busca de la ley por no disponer de recursos, no quiero imaginar a qué podría llegar si un familiar mío, por no disponer de dinero, se viera privado de un tratamiento que de no administrarse consumiese su vida. Llegado a este punto, me pregunto: ¿estaré pidiendo cosas raras?, ¿habrá alguien que no piense como yo?... Me detengo unos segundos y me contesto, "claro que sí", desgraciadamente la respuesta es sí, porque la razón no impera sobre la ideología, hay gente que comulga con ruedas de molino aderezadas con acero fundido en reducción de aluminio y no les verás poner cara de asco o dolor, sino todo lo contrario, reirán, se pondrán en pie, vitorearán al matador que te dio capotazos, te puso las banderillas y te intentó matar, pero como aún seguías respirando, probó rematarte postrado en el suelo, pero da igual, ¿qué es lo primero, la razón o la miscelánea que te ofrecen una vez más? Os veo perplejos, sin entender nada de lo que leéis, es lógico, la capacidad de comprensión está reducida a la captación de una señal y su propagación. Recuerdo a un pensionista, de los que esgrimían con orgullo el pin de su partido, el puro, las gafas de sol, la incipiente calavera y el mitin que osaba reproducir por los chigres, elogios hacia los unos, desprecios hacia los otros; el día que su pensión procedente del extranjero pasó a manos del ministro de Hacienda, los puros y las gafas de sol perdieron su brillo, sumiendo su orgullo y añadiendo a su mala suerte el que su hijo varón se quedara en paro, merced al despido colectivo de una renombrada marca de bebidas, todo ello añadido a la hipoteca en vigor, el mantenimiento de su cría de 5 años y el varón que venía en camino, con tan mala suerte que a la esposa la habían echado al paro bajo pretexto X (recogido en la reforma laboral), ya no hay laudes, vivas ni aplausos, ahora toca echar mano de tus iguales. Ahora es cuando esos a los que conoces a pie de calle, con los que convivías pese a tu abstracción, les ves la cara y escuchas sus problemas, porque te haces partícipe de sus desgracias, porque, ¡oh, infelice!, ahora te tocó a ti, tú que vivías en tus mítines de barra, ajeno al dolor de familias, trabajadores y autónomos, tienes que lidiar en el terreno adonde no bajan tus ídolos de barro y, lo más doloroso de todo, que ahora tendrás que tragarte todo tu orgullo en forma de pin, introducírtelo discretamente por vía anal y procurar expulsarlo sin dolor en un anónimo WC. En definitiva, tu vida, o la de los tuyos, pasa a estar en manos de quien convive en tu entorno y no de quien te habla desde un plasma, ¿quién mejor que tus iguales saben lo que es pasar por esa situación?, ¿quién te comprende mejor, el pensionista que depositó sus ahorros en el banco o el banquero que los convirtió en preferentes?, ¿quién te comprende mejor, la chica que trabaja diez horas en el supermercado o la ministra de Trabajo?, ¿quién te acaba ayudando, el vecino que te procura una ayuda para alimentar a tus hijos o el Gobierno que te retira la ayuda familiar?, ¿quién se preocupa más por ti, el anónimo que acude a tu domicilio para tratar de evitar tu desahucio o el ministro del Interior, cuando ordena ir a las fuerzas del orden?, ¿quién se preocupa más por ti, el médic@, enfermer@ que te atiende en un hospital masificado o el ministro que ordena cierres de hospitales y reducción de personal? Piénsalo, háblame de divagaciones, pero esto es realidad, se llama vida y desde hace cuatro años es una realidad vital diaria en muchos hogares de este país y, para l@s demagog@s, en bastantes más hogares que en 2011.

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