Apuntes para la Cuaresma
El amor y la caridad no son actos acumulativos que puntúen según los méritos. Amar y ser caritativo unen al hombre con Dios, y en ese estado, donde el ser rompe sus ataduras con el mundo, sobran las rivalidades a que a menudo hemos de enfrentarnos. Querer establecer comparaciones a partir del amor y la caridad vividos por cada uno resulta absurdo y termina generando discordia.
Si estamos dispuestos a llevar nuestra vida por un camino de perfeccionamiento y sabiduría, no podemos asumir los compromisos a medias, no debemos suavizar lo que por naturaleza es áspero y doloroso. Vivir es un reto que se define más allá de las comodidades. Hacer genuflexión sobre lona en lugar de madera no tiene valor porque Jesucristo no cargó con una cruz de gomaespuma.
Aprender a no necesitar es un gesto de aprecio hacia quienes sufren el azote del hambre, y con un ayuno disciplinado nuestra conciencia madura. Cuando vamos prescindiendo de todo aquello que se ha anquilosado en la rutina, cuando nos desprendemos de cargas inútiles para nuestro cuerpo, la mente y el alma se vuelven más ágiles y, en consecuencia, nuestro ser evoluciona.
Por culpa de ese descomunal montaje llamado "dinero" separamos injustamente a los hombres con los calificativos de "ricos" y "pobres". Se cree tanto en el dinero que éste se ha convertido en un juez tirano totalizador de la vida humana, relegándose a la Divina Providencia. Si trascendemos los prejuicios sociales, caminamos juntos y nos sentamos todos a la misma mesa, sobrarán cuestionamientos de riqueza y pobreza.
Cuando el hombre se acostumbra a estructurarlo todo, a dirigirlo todo, se pone por delante de Dios sin darse cuenta. Es necesario dejar que nuestro ser recupere su inocencia. Si queremos ser felices, hemos de olvidarnos de la superioridad de cara a los demás. Hay que soltar el timón no por bonanza, sino por la fe en aquello que se escapa a nuestra razón.
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