La poética del pescador de caña
Desde hace mucho tiempo paso mis vacaciones en el concejo de Colunga, precisando, en el pueblo de La Isla. En el transcurso de los últimos años me he ido fijando en los pescadores de caña que se ponen al borde de la costa, en acantilados no muy altos. Para matizar, solamente me referiré a la zona del Pozo de las Yulias y de la Peña de los Cuervos. Estos pescadores no disfrutan de mucha soledad, porque frecuentemente se colocan en escarpaduras muy pegadas a las de su vecino, de modo que pueden estar hasta de palique. Yo este modo de pescar lo veo como muy falto de encanto y poesía. Pero una vez por la Peña, resultó que sólo había un pescador, y me fijé en él. Iba con una tarterina blanca que presupongo que es para meter macizo o lo que fuere, y, aparte de sostener la caña, estaba hablando por el móvil. Y cuando ya volvía para mi casa me dije esto es la poética del pescador de caña. Al día siguiente volví a pasar por la Peña y no había ningún pescador. Miré en el sitio donde había estado, y allí estaba la tartera blanca de plástico, una lata, una bolsa blanca y un envase de plástico de queso Peñasanta. Por supuesto, lo recogí y para el contenedor. Porque si no lo hago y lo dejo ahí me entra como la depresión. Y ahora paso a hablar del Pozo de las Yulias. La desazón que sentí cuando llegué no sé describirla. Estaba lleno de latas, botellas de aguas minerales, de clinex. Pero lo mejor fue encontrarme en una cavidad de roca una madeja de sedal, dos latas que por su formato pienso que eran de anchoas, dos botellas grandes de agua mineral. El pescador, porque deduzco que es un pescador, fue tan fino que decidió meter toda esa porquería prensada en esa cavidad, porque no en balde había encontrado un contenedor natural. Resumiendo, que vamos a peor, estamos destrozando nuestra costa, y yo no quiero que los peces y pulpos y crustáceos naden entre botellas de plástico y bolsas de supermercado. Así que ya ven ustedes lo que significa la poética del pescador de caña, pero hay otras poéticas como la poética del veraneante, la poética del dominguero, y la logística basureril de La Isla, pero, como dice un amigo mio que tiene un bar en París, eso es ya otra historia.
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