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La abstención, producto de la incultura

28 de Marzo del 2015 - Tomás García Álvarez (Gijón)

El 49% de los andaluces consideran que "alguien" debe representarles y defender sus derechos ciudadanos o arreglarles, cuidar su porvenir, pero no dicen quién es "alguien", porque no votaron, ni siquiera en blanco ni voto nulo, nada. No se acercaron por las urnas, ¿para qué?, dicen la mayoría de ellos.

Puede uno pensar que es vagancia o que simplemente les da igual. Les da igual que la "ley mordaza" persiga a quien protesta, aunque la protesta sea justa. Es razonable, ¿qué les importa a ellos que ni se molestaron en votar? Otro gallo cantará cuando no les permitan expresarse, porque ya persiguen a los periodistas que notician cuestiones no interesantes para el gobierno, pero de momento, no se enteran y no les llega la represión, pero les llegará y reaccionarán tarde.

Este tipo de no-votante debe ser el germen sembrado de nuestra generación, los que tenemos 60 años, más o menos, que protegimos al heredero de tal manera que ahora hemos hecho un "no votante" al que hay que darle de comer, sin que dé un palo al agua.

Este pasota de las urnas con su actitud beneficia, a causa de la ley D'Hondt, a los dos grandes partidos, PPSOE, al menos hasta que el resto los quiten o desaparezcan los susodichos a causa de la corrupción que practican en más o menos medida cada uno de ellos.

Si el 50% aproximadamente de la población no vota, esto indica que no tiene necesidad de representación, ni le importa quién gobierne y esto no puede ser producto de una razonada decisión, de una pensada actitud. No, es producto de la incultura que padece endémicamente la nación y esta endemia es consecuencia de la mala praxis del sistema de enseñanza nacional y de la deseducación recibida a través de los medios de comunicación (TV, prensa, radio, controlados casi todos por un par de familias poderosas) que influyen principalmente en todas las proletarias familias españolas, pues los tenemos todos en casa y a todas horas.

Influye también de forma importante la precariedad laboral, que limita el tiempo a dedicar al cultural cultivo personal, es decir, primero hay que tener lleno el estómago y cubiertas las necesidades básicas, para luego llenar la mente de ideas adecuadas, razonables y socialmente buenas, o sea, cultura, sana cultura.

Pero cuando sólo nos enseñan a querer ser ricos o como mínimo más ricos que el vecino, incentivando de paso la envidia y a que tus vacaciones sean las más lejanas del barrio y tu coche el más potente, la cosa va de competitividad y nada de solidaridad, que conlleva al individualismo y a la formación de una sociedad competitiva entre nosotros, sus componentes, que deberíamos colaborar y cooperar para, siendo más solidarios, aumentar nuestro nivel de bienestar social, por contra conseguimos recortes en sanidad y en la imprescindible educación, que nos haría evolucionar favorablemente como sociedad culta.

Este tipo de incultura incardinada en la sociedad hace que no progresemos, que cada uno piense en dar un pelotazo y esto siempre es a costa de tus vecinos. La insolidaridad conseguida a través de la deseducación institucional.

Si somos un ser social, debemos participar activamente y coherentemente en la construcción social, como mínimo votando en blanco.

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