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Divorcio en las bodas de oro

30 de Marzo del 2015 - José María Izquierdo Ruiz (Oviedo)

Un primo y amigo de Gijón de cuyo nombre no voy a acordarme me pide que cuente, sin dar pistas, su tardía aventura conyugal. Me inquieta que a una edad tan avanzada pueda alguien divorciarse de su eterna compañera, y menos en sus bodas de oro. ¿Cuernos? ¡Improbable! ¿Violencia de género? ¡Imposible! La ley no contempla la doble vía. ¿Dinero? ¡Pues sí!

El hecho es que en marzo de 1965 mi primo hizo un contrato de partición –cada uno lo suyo– con una entidad bancaria (la esposa), con la que mi amigo compartió compañía, confianza y buen trato, aunque hace 10 años ya le quitaron el tratamiento de don, al que le habían acostumbrado.

Más adelante, para suscribirle un depósito, tenían que consultar a un superior, y así pasaba tiempo sin cobrar intereses. Luego, el “supervisor”, el Banco de España, aconsejó a las entidades lo que éstas ya le habían soplado; bajar los intereses y los dividendos, para que ya no quedaran más entidades por rescatar a cargo del erario, sino del ahorrador. Los tipos bajaban con alegría; de oro, a plata, y a calderilla. Por su parte, la Comisión para la Defensa de la Competencia se hacía la sueca.

El primo de Gijón se queja de que, ahora, las fechas de vencimiento de sus depósitos a plazo están desactivadas, de forma que si no le llega el aviso y no dice nada le rebajan el tipo a uno de hojalata; por otra parte, dice que su entidad le ofrece el llamado “scrip dividend-option” (acciones o dividendo), y que si por causas ajenas a él, en plazo perentorio para optar, no consta su opción, le endilgan unas acciones que no desea y le dejan sin dividendo; la operación puede asociarse a una llamada ampliación de capital, ¿ampliación, para quién? Añade mi amigo que una vez, por descuido u omisión dolosa, le colocaron a 6 euros, acciones que bajaron a 0.80, aunque por obra y gracia de un engañoso “contrasplit”, aparentan valer 4.

Y así, tras otros artificios del mismo jaez, se decidió mi primo a un divorcio exprés, justo en sus bodas de oro con la entidad. La gota que colmó el vaso le cayó ayer mismo; su entidad tiene varias sucursales en la villa de Jovellanos y, a veces, le viene mejor hacer caja en una que no es la suya; allí le ponen un límite bajo de reintegro, pero esta vez le exigieron además un euro por la operación. “Pues no se lo doy, mejor a un pobre”. Ahora mi amigo se siente orgulloso de su gesto y ya está buscando con ilusión otra entidad más joven y generosa con quien matrimoniar. ¡Ya nos contará!

¡Con lo bien que vivíamos cuando el cajero de tu empresa te pagaba el sueldo en mano, y cuando (en los tiempos del cangrejo en el contador) los recibos de la luz te los traía a casa el cobrador! Eran también los buenos tiempos en que las entidades bancarias eran menos y prescindibles.

Menos mal que con los avances técnicos y los cajeros automáticos los bancarios de la entidad del primo Cándido no necesitan calculadora ni papel carbón, pero sólo quedan 9 de los 20 que había cuando la boda: “¡... en la riqueza y en la pobreza...!”. ¡Cada cual con la suya!

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