Carta abierta a la concesionaria de la limpieza en el HUCA
Me veo en la obligación de dirigirles esta carta ya que lo que me ha sucedido no es motivo de gravedad y sí razón de vergüenza.
Su empleada y encargada, en el día 11 de marzo, en jornada de mañana, de la limpieza de mi habitación en el servicio de digestivo, 349 A, al hacer su trabajo barrió mis calcetines, que estaban debajo de la cama; al ver que no los recogía, le pedí por favor que me los diera; su respuesta me dejó helado ("ésa no es mi misión") y los dejó donde estaban.
Intenté dar cuenta de lo sucedido a la supervisora de la planta, pero no me atendió.
Señores de Lacera, laboralmente somos viejos conocidos de más de cincuenta años; ustedes empezaban su andadura como empresa en la Residencia Sanitaria Enrique Cangas, donde un servidor ejercía el cargo de jefe de personal subalterno, trabajo que me llevaba a controlar la limpieza y el buen comportamiento del personal de la casa, así como el contratado con ustedes.
En todos mis años laborales nunca una limpiadora tuvo la desfachatez y la poca vergüenza de negar, como ha hecho su empleada, a menospreciar la ayuda tan simple de este enfermo.
Cuando en ese diario sus compañeros, que muchas veces se quejan con su empresa, lean todo lo expuesto, juzgarán su forma de proceder.
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