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Florentino, no la peines

19 de Abril del 2015 - Enrique Alvarez-Santullano Fontaneda (Oviedo)

Solamente metiendo en el mismo saco la política, el fútbol, un torneo con el nombre del Jefe de Estado, dos aficiones entregadas a su causa, federativos con ínfulas de grandeza y un empresario metido a presidente de club se puede entender el dislate de designar el Camp Nou como sede de la final de la Copa del Rey. Y es que la trama previa a la elección de una sede para disputar la final de copa, que comenzó a tejerse en los despachos como una aviesa intriga al estilo de “Las amistades peligrosas”, se convirtió, en su resolución final, en un inocente juego de niños que se pasan notas divertidas en papeles enrollados durante una clase aburrida. Dicen que Florentino Pérez no quería que las aficiones pitaran al himno y al Rey en su campo, o que su máximo rival levantara la copa en su propia casa. Cosas de niños. Para que se fastidie mi capitán, hoy no como. Y con esta actitud tan caprichosa e infantil va a privar a la ciudad de su club de la visita de 50.000 seguidores que se calcula que dejarían 20 millones de euros, una cifra baja, porque para su cálculo no se ha tenido en cuenta lo generosos que son los vascos con los excesos y la cartera cuando viajan. A la hora de gastar con alegría, a ellos no les gana nadie. El presidente del Real Madrid ya debería saber a estas alturas que, en los negocios, no hay nada personal. Un evento como éste estimula mucho la economía y los espíritus, bien lo sabemos aquí, en provincias, donde nos dejamos la piel por un congresillo de 1.000 médicos.

Al Rey le van a pitar o a aplaudir, aquí, en Barcelona, o en Sebastopol, y sospecho que poco le afectará a SM (cómo mola escribirlo así), pues se trata de algo que lleva incluido en su sueldo y a lo que ya debería estar acostumbrado. Cuanto más se lleven las manos a la cabeza los políticos, o más amenacen con medidas drásticas en caso de que se produzcan silbidos, mayores serán los protestas y los decibelios agudos, de la misma forma que nos tronchábamos de risa en misa cuando éramos niños, tan sólo porque no podíamos hacerlo. Hasta en una suplicante carta a cuatro manos le pidieron al presidente de Real Madrid que les cediera el campo, y ni con esas. Si el vecino te pide un litro de leche, vas y se lo das, que de esto se trata. Hay que llevarse bien con el vecino, está en el primer párrafo de la lección 1 del manual básico de conducta entre presidentes.

Mi amigo Arturo, después de su divorcio, adelantaba una hora el despertador para peinar a su hija de cuatro años. Yo, cuando lo veía llegar resoplando al colegio con la niña, siempre le decía lo mismo: Arturo, no la peines. A veces es mejor no hacer nada y así (bien lo sabe Rajoy) las cosas se resuelven por sí solas. Hay como un impulso de viento favorable que conjuga los azares a tu favor. Lo mismo para peinar a una niña como, para siendo un empresario de éxito y presidente de un club, querer erigirte en el salvador de la patria, en escudero fiel y audaz soldado. Los hosteleros te lo pedimos: Florentino, no la peines.

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