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El perdón de doña Mercedes

17 de Abril del 2015 - Martín Montes Peón (Oviedo)

Lo malo que tiene llevar más de media vida en política, percibiendo un salario que, por lo general, la gran mayoría de los interesados nunca ganaría en la empresa privada, es que pierden la noción de la realidad, el contacto directo con los ciudadanos y, lo que es peor, que tienden no ya a tomarnos por menores de edad, sino por retrasados profundos, a una ciudadanía harta de tantas mentiras, de falsas promesas y de los más infames episodios de latrocinio.

Por calificarlo de una manera suave y respetuosa, para no caer en el lenguaje vulgar y barriobajero al que nos tiene acostumbrados buena parte de los políticos que tan inmerecidamente padecemos, el perdón por los "errores" cometidos expresado por la jefa de los populares en Asturias, doña Mercedes Fernández, en días pasados, además de a destiempo representa un acto tan lleno de cinismo como de insulto a la inteligencia media del más paciente de los electores. Si realmente la señora Fernández cree poder paliar con una simple petición de perdón el irreparable daño que su partido nos ha infligido de manera indolente y muchas veces gratuita a cuantos habitamos en este país, entonces es que aparte de desconocer la magnitud del daño causado, de pretender ignorar el lugar en el que vive y de no ser consciente de los estragos que han causado sus "errores" en las familias y capas sociales más desfavorecidas, es que lejos de adquirir un compromiso para mitigar, enmendar e incluso derogar no pocas de las dolosas decisiones del Gobierno de su partido pretende tomar por cortos de entendederas a los ciudadanos, para que vuelvan a confiarles su voto.

Aunque pueda sonar contundente la respuesta a su petición de perdón, sepa la señora Fernández que no se la va a perdonar ni a ella, ni al partido al que representa. Y no se los va a perdonar porque ni han hecho el preceptivo examen de conciencia, ni tampoco han hecho el menor intento por apear de su conducta política la arrogancia, altanería y desprecio del que han sido acreedores durante demasiado tiempo. Si realmente fuera sincera la petición de indulgencia que, curiosamente, implora la señora Fernández a escasos dos meses de las elecciones municipales y autonómicas, debería empezar por exigirle al Gobierno de su partido que restituyera a la ciudadanía los derechos y las conquistas sociales que les han sustraído a los habitantes de este país de una manera tan vil como cobarde, en nombre de un sacrosanto déficit, que prima a los mercados, rescata bancos con el dinero de todos y abandona a su suerte a millones de personas sin prácticamente ninguna expectativa.

Para ganarse ese perdón, invito a la señora Fernández y a sus compañeros de partido a que se sienten a explicarle a un anciano las razones por las que, además de subirle unos ridículos 1,65 euros su pensión, tiene que abonar una parte de sus medicinas. A que haga lo mismo con el padre de familia que lleva ya años sin obtener ingresos y acudiendo a recoger alimentos a Cáritas o cualquiera de los comedores sociales que pueblan nuestras ciudades. A que tenga el valor de mirarle a los ojos a un estudiante que no va a poder continuar en la Universidad por culpa del encarecimiento de las tasas y el recorte de becas. Explíquele a cualquiera de los miles de jóvenes que han tenido que emigrar de nuestro país para encontrar un trabajo digno que todo ha sido acusa de sus "errores". O trate de hacerles entender a miles de investigadores científicos que tiren a la papelera años de esfuerzo, mientras preparan su equipaje en dirección a países en los que continuar desarrollando su trabajo. Por no decir que la animo a que tenga el coraje de acudir a cualquiera de los miles de desahucios que se producen cada día y que les cuente que tienen prioridad los mercados financieros antes que los niños y hasta los bebés, que son tirados a la calle sin contemplaciones.

El destrozo social que han llevado a cabo no tiene perdón de Dios. Ni el empobrecimiento que han generado, ni las insoportables mentiras que nos siguen echando, ni los delincuentes que han poblado sus filas, algunos de ellos ya en la cárcel, por fortuna. Ni la arrogancia, la desfachatez y la insolidaridad manifiestas de las que vienen haciendo gala. Sabe tan bien como yo, o quizá mucho mejor, que sí ha habido maneras diferentes de hacer las cosas. Estados Unidos le ha pegado un puntapié al déficit y ha conseguido remontar la situación, aunque para ello fuera menester encarcelar a varios financieros y dejar que quebrasen unos cuantos bancos. Pero es que aquí al lado, en Islandia, apostaron por rescatar a las personas, cerrar los bancos y meter en presidio a los banqueros. La animo también a que ya que se les suele llenar la boca para declararse fieles cristianos y antes de entonar un falso "mea culpa" le dedicara un tiempo a la lectura de la exhortación apostólica que el Santo Padre ha titulado "Evangeli Gaudium", en la que en el apartado que él define como "No a una economía de exclusión" manifiesta literalmente que: "No puede ser que no sea noticia que un anciano muera de frío en la calle, pero sí lo sea que la Bolsa ha perdido dos puntos". Claro está que, según la manera de proceder que tiene su partido ante cualquiera que sea la crítica, corre uno el riesgo de ser calificado de antisistema, pero la verdad no tiene más que un camino y usted, señora Fernández, y su partido, además de haberse instalado en la mentira permanente, todavía pretenden ser perdonados como si tal cosa.

El perdón que solicita va a tener ocasión de comprobar hasta qué punto está dispuesta a dárselo la ciudadanía dentro de muy pocas semanas. Lo lamentable de este aciago camino por el que nos han condenado a transitar es que persisten tozudamente en negar la evidencia y en no haber entendido ni aprendido nada, aunque tampoco hay nada como una pasada por las urnas para que de una santa vez tomen conciencia del desastre al que nos han llevado.

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