¿Y los viejos?

7 de Abril del 2015 - Marino Iglesias Pidal (Gijón)

Pues no pasé de la primera página de LA NUEVA ESPAÑA. Leí un plante en Cabueñes y 800 resonancias en el HUCA que no tiene quien las mire y tomé la decisión de cambiar de asiento para ver qué se me ocurría frente al monitor del pc. Miré un ratito el blanco abierto de Word y me puse a teclear.

Hubo por ahí, y aún sigue habiendo, diferentes culturas en las que los viejos no eran ningún problema, cuando no servían más que para fastidiar se les dejaba para que murieran de frío, de hambre, comidos por las bestias o, para sacarles el último provecho, en vez de esto, simplemente se los comían sus parientes. En fin, formas de deshacerse de ellos para todos los gustos.

En nuestra sociedad, la más avanzada culturalmente, no se debe recurrir a ninguna de estas formas, todas, incluida la de abandonarles en una gasolinera, están penalizadas por la ley; porque nuestra sociedad, tan justa, prevé hasta el último detalle, aunque ya se sabe que las leyes están para ser burladas.

Hay que cuidar de ellos y tratar de que vivan lo más y mejor posible hasta que se mueran por sí mismos. Los cuidadores, según las circunstancias, serán familiares o instituciones, instituciones que, naturalmente, como todo el Estado, son mantenidas con las aportaciones de los ciudadanos.

Bien, ¿puede en conciencia, supuesto negado, decirse que esto es así? Ya lo estamos viendo. Un diagnóstico médico elemental, que no implica más que consulta con el especialista, una prueba que éste requiere y el resultado, en la seguridad social fácilmente supone tres años de espera, uno para llegar del médico de familia al especialista, otro año para realizar la prueba y otro año más para conocer el resultado.

Si el viejo o el joven llega hasta aquí, salta a la vista que, de padecer una dolencia grave, para este momento el paciente habrá dejado de serlo porque se ha muerto.

Ahora supongamos que la seguridad social, o lo que sea, ha permitido que se llegue a viejo y el viejo anda fino, ¡pero! eso, es viejo, no está para ganarse la vida. Toda su vida trabajando para simplemente ir subsistiendo, lo único que en este momento tiene, ni familia que pueda hacerse cargo de él, es una pensión de 600 euros, ¿qué hacemos con él? No me digan que recogerlo en un asilo, o como se llamen estos centros, porque hay muchísimas más solicitudes que plazas disponibles. Una residencia privada para ancianos tampoco, porque la residencia más barata duplica, por lo menos, la pensión de este pobre hombre, ¿entonces?

Llegar a viejo con estas cosas en la cabeza es la hostia. Ah, y estas culturas que abandonan o se comen a sus viejos tienen un motivo racional y razonable, para su raciocinio, que no choca con su código de ética. No es nuestro caso, nuestra sociedad, nosotros, sabemos que actuamos como verdaderos cabrones y que seguimos manteniendo como privilegiados, que jamás vivirán esta situación de agobio, a quienes nos manejan para blindarse ellos contra las penurias derivadas del sistema, sobre la base de tener bien jodidos a los que más se joden trabajando.

Así somos los seres humanos, nos pasamos por el forro todo y a todos los que no queremos o no nos aportan nada. Eso en lo personal, que sería comprensible aunque rechazable; pero es que además somos tan brutos que, en lo colectivo, consentimos este desbarajuste social que nos tiene jodidos a la mayoría y que nos sale más caro que un sistema más racional y sobre todo más justo. ¡Hay que ver!

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