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¿Las procesiones de Semana Santa en entredicho?

10 de Abril del 2015 - Ines Morán Álvarez (Oviedo)

Es difícil saber lo que pasa en el corazón del hombre. Pero en el corazón del hombre se producen muchos movimientos que a los demás nos pasan desapercibidos.

Viene esto a cuento porque he leído un artículo en el que se dice que los especialistas en temas sociales y otros consideran que las procesiones de Semana Santa no son vividas en la fe, sino que se viven como mero espectáculo, como un entretenimiento en tiempo de ocio.

¡De qué circunstancias tan variadas se sirve Dios para que el hombre pueda encontrarle! Para algunos puede ser a través del sufrimiento. Para otros es la alegría el cauce para el encuentro. Para unos es la muerte de un ser querido el que les abre los ojos del alma. Para otros -¡qué medio tan extraño!- es el pecado que lleva al arrepentimiento. Entra en la intimidad del alma humana y ahí se queda la experiencia de su encuentro con Dios.

¿Quién puede asegurar que esa lágrima que vemos rodar por una mejilla mirando una imagen santa en una procesión no es una expresión de que algo ha calado en el alma? ¿Y ese portar con esfuerzo físico y cansancio un paso de Semana Santa puede alguien asegurar que no es un principio (al menos) de respuesta a una llamada como la que recibió el Cirineo? ¿Y ese respetuoso entusiasmo en portar la imagen de Jesús y en contemplarla puede alguien aseverar que no son pasos ya en un camino de cristiano?

Las procesiones de Semana Santa son una catequesis en imágenes. Un recordatorio para los creyentes. Una enseñanza para todos. Una exposición de la bondad absoluta a los ojos de todos. Un bien para la ciudad. Una llamada y una interpelación. Un medio para encontrarse con uno mismo.

La pasión de Cristo conmueve, atrae, interpela. Las procesiones de Semana Santa nos la muestran a través de las imágenes y los pasos, y nunca sabremos el efecto que producen. Pero sabemos que el desgarro del Señor por el dolor de la traición de Judas, la soledad de su agonía en Getsemaní, la huida y negación de sus discípulos, el apresamiento, el juicio inicuo, las afrentas, las burlas, el Cristo exangüe y muerto en la Cruz, la soledad y el dolor profundo de María dieron sus frutos a través de los años en muchos que no vivimos la Pasión histórica.

Esta recreación de la Pasión a través de las procesiones nunca hará mal a nadie, y quién sabe todo el bien que puede producir en aquellos que tienen abierto su corazón al bien.

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