Oviedo y el veneno
En los últimos días hemos podido leer varios casos de envenenamiento de animales, perros y gatos en su mayoría, en esta ciudad.
Casos que al salir a la luz crean alarma sobremanera entre los padres de niños pequeños, por el consiguiente peligro que supone la ingestión de lo que contienen esas bolsas con apariencia de llevar golosinas en su interior.
Lo llamativo del caso es la diversidad de lugares en los que se han producido, como si de una moda se tratara este despreciable y cruel método de exterminio de animales domésticos y/o asilvestrados, como es el caso de los gatos de la calle.
En mi zona han intentado envenenar el martes pasado a seis perros, y si no hubiera sido por la rapidez con la que intervino la veterinaria, habrían muerto sin remedio.
¿Y si esa bolsa con apariencia de contener "chuches" de la que casi todos los canes comieron hubiera caído en las inocentes manos de una criatura? La zona ajardinada en la que sucedieron los hechos es frecuentada por numerosos niños, sobre todo a partir de ahora, con la llegada del buen tiempo.
Pero no han sido los únicos casos. Con demasiada frecuencia leemos historias parecidas que suceden en otras zonas de la ciudad: La Corredoria, Los Prados, Las Campas, La Florida, Parque de Oeste, Parque de Invierno y, ahora, en pleno centro de Oviedo.
Me pregunto cómo pueden adquirirse tan fácilmente estas bolsas de veneno (matarratas en su mayoría) en cualquier supermercado como si de un paquete de galletas se tratara y con total impunidad.
Estos productos tóxicos y mortales deberían contar con determinados controles para su venta o, de lo contrario, seguirán muriendo animales irremisiblemente sin que nadie tome medidas, con el consiguiente daño moral causado a sus propietarios y la rabia contenida hacia los autores de tan cobardes fechorías, amparados en el anonimato.
En el caso de los gatos de la calle, es patético ver cómo están desapareciendo colonias enteras a causa de la facilidad con la que pueden adquirirse estos u otros productos tóxicos, que producen una muerte lenta y dolorosa en extremo.
Las autoridades sanitarias u organismos competentes tienen la obligación de regular las ventas de matarratas o de cualquier otro producto que contenga específicamente veneno y que sea potencialmente peligroso o de alto riesgo para la salud y la vida, ya sea humana o animal. Si no lo hacen, y pronto, cualquier día tendremos que lamentar alguna desgracia en una familia cuando podría haberse evitado.
Carmen Torre Rubín
Oviedo
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