Primavera

7 de Abril del 2015 - Belén García García (Oviedo)

El pasado mes de febrero resultó para mí muy largo. Y también muy húmedo y frío. Uno de esos días, como si fuera una casualidad, me encontré en el Centro Médico de Asturias en Oviedo, en la consulta del doctor Enrique Álvarez Llaneza, para conocer el alcance de una dolencia de aparición sorpresiva, por lo inesperado de la misma. Sin dolor alguno y sin anunciarse. De una forma que podríamos considerar incluso un poco cobarde. Y aun agradeciendo que así hubiera sido, para mis adentros, yo lo negaba. Esto no me está pasando, me decía. Yo estoy bien y esto no puede ser posible.

Durante bastantes días, que resultaron largos, muy largos y bastante tristes, en los que parecía no pasar el tiempo, el doctor iba recomendando la realización de sucesivas pruebas para disponer de la información necesaria para elaborar una ajustada valoración de la situación. El asunto ocupó el primer lugar, y muy destacado, entre mis preocupaciones vitales, como no podía ser de otra manera. Uno de esos días, antes de una consulta planificada para fechas próximas, el doctor Llaneza me adelanta en una llamada telefónica que se confirmaban los buenos presagios, dentro de la situación seria que se había presentado. Nunca olvidaré esa llamada, que me sacó de una situación en la que los pensamientos, las ideas dentro de mi cabeza giraban deprisa, muy deprisa, y se estrellaban unas contra otras a cada momento.

Pasados unos días, y tras una nueva consulta con él, que resultó muy tranquilizadora, comentó el diagnóstico, y a la vista de él, me puso en manos de los doctores José Luis A. Cofiño y Begoña Granell para que valorasen la posible actuación mediante la no deseada cirugía. Sus explicaciones respecto de la situación y sus recomendaciones en cuanto a la actuación que ellos recomendaban fueron tan convincentes, tan tranquilizadoras y, sobre todo, tan balsámicas en el plano personal, en el aspecto anímico, en los planos más difíciles de manejar, que la decisión resultó, incluso, fácil de adoptar.

El doctor Carlos Rivas también me ayudó, y mucho, con la fisioterapia previa y, sobre todo, con los ánimos que me transmitía. En unos días y entre todos, mi cabeza y yo estábamos preparadas para entrar al quirófano y dejar que los doctores resolviesen la situación, con su buen hacer. Yo estaba segura de que sería así, y la operación fue un éxito. El diagnóstico previo resultó gratamente confirmado y tras una breve estancia en la unidad de cuidados intensivos, vuelvo a la habitación con la confianza de que una favorable evolución me permita irme pronto a casa. Las atenciones de todos en la planta y, sobre todo, los comentarios que en las frecuentes visitas los doctores Cofiño y Granell me iban trasmitiendo respecto a la evolución del post operatorio, presagiaban una corta estancia, como así resultó finalmente, dejando el centro médico para irme a casa, con mis dolores y mis esperanzas. Con mis angustias y mis muchas ganas de mejorar. Con todos y cada uno de los difíciles momentos.

Hoy, pasado ya un tiempo y realizada una segunda revisión con los doctores, tras la intervención quirúrgica, las preocupaciones y los miedos padecidos y los oscuros pensamientos que me rondaron durante tantos días, acompañados de los dolores que en algunos momentos fueron difícilmente soportados, van quedando atrás y se abre camino, no sin ciertas dificultades que entiendo lógicas, la fase de vuelta a la normalidad. La primavera ayudará a recuperar el tono vital deseado y veré de nuevo los días de otra manera, con la luz que ya se vislumbra.

Llegado a este punto, he de destacar el excelente trato recibido en el centro por parte de todas las personas con las que me he encontrado en estos largos días y que me permito personalizar en los doctores José Luis A. Cofiño y Begoña Granell, sin que ello signifique hacer de menos a ninguno de los profesionales que en momentos muy duros como los pasados, se desvivieron por atenderme, por curarme y, sobre todo, por prestarme su apoyo y darme su ánimo, en sus horas de bata blanca y en las de descanso, en el tiempo de ocio, en su tiempo libre, el suyo y el de sus familias, haciendo fácil y posible todo lo que el paciente ansía en situaciones como ésa.

Los conocimientos científicos o las técnicas médicas y quirúrgicas, sin duda, se estudian y se llevan a la práctica en el tiempo y se va acumulando la experiencia a lo largo de los años. Todo ello con mucho esfuerzo y con sacrificio, con mucha dedicación. Pero el buen hacer en el plano personal y, especialmente, en el terreno de lo afectivo, en eso que roza los sentimientos de las personas, eso nace con algunas personas, no se estudia, y yo he tenido la suerte de cruzarme en mi camino con personas de ésas, de las de verdad, de las que más necesitaba en esos momentos tan complicados para mí.

Gracias a José Luis y a Begoña. Por todo. Y, sobre todo, por esos besos dados en momentos tan difíciles. Os lo agradeceré siempre. Gracias a todos en el Centro Médico. Un fuerte abrazo.

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