Y yo con la nevera vacía
Lunes Santo, o de Pascua, después de Domingo de Resurrección, y llego a casa tras un agradable fin de semana. En mi viaje, comparto coche con una joven estudiante; va a comenzar sus estudios de Agricultura en Stuttgart, a sus 18 primaveras.
Dialogamos, y a pesar de ser una moderna vegana, anticonsumista y demás novedades, la chica es sensata. Me informa de que en la ciudad que nos une los supermercados, tras el cierre en vísperas de festivo, tiran todas sus mercaderías a un lugar protegido con vallas de espino y cámaras de seguridad, evitando así que los más necesitados acudan a aprovisionarse de viandas. No dejo de salir de mi asombro y sigo dándole vueltas al tema, creando una protesta mental: Señor supermercado, o bien subasta sus productos perecederos la víspera de festivo a última hora o bien deja libre el acceso a ellos. Son bienes que no tienen salida, y tan sólo los menos pudientes o los muy peseteros se interesarán por ellos.
En estas elucubraciones estoy cuando, después de dos días festivos, encuentro mi nevera vacía. Y citando a Vital Aza: “De buena gana cambiaba mi lujo por su pobreza”.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo