Perros amarrados

27 de Abril del 2015 - Luis Miguel Garcia del Campo (San Juan de l'Arena)

Imagínate estar amarrado en un patio, marquesina o garaje sin nada que hacer, ningún sitio adonde ir y sin nadie con quien compartir. Día tras día lo mismo, siempre solo. Tu vida es una miserable existencia, llena de soledad y frustraciones. Ésta es la vida de un perro amarrado. Condición triste y lamentable en la cual vive un gran número de perros en Asturias. Amarrar un perro tiene un efecto muy negativo en su temperamento, su comportamiento y su salud. Virtualmente, todo perro que pasa la mayor parte del día amarrado empieza a mostrar problemas de comportamiento y temperamento ya que su instinto natural de estar un grupo es suprimido.

Los perros que viven amarrados sólo tienen contacto con los humanos a la hora de comer, están tan desesperados por recibir atención que cuando los sueltan o se les acerca un humano actúan hiperactivos, desesperados y fuera de control. Al comportarse de esta manera las personas echan la culpa a los perros y los abandonan o amarran nuevamente. Tal vez la escena más triste que nos podemos imaginar sea la de un grupo de niños jugando cerca de un perro amarrado pero sin acercarse a él porque el perro está tan desesperado por jugar con ellos que se les tira encima.

El problema principal de los perros amarrados es la hiperactividad, especialmente si son perros jóvenes. Como tienen sus movimientos restringidos, están continuamente frustrados. Esta conducta usualmente frustra al dueño, quien simplemente lo amarra nuevamente porque el perro no se sabe comportar. De esta manera, el ciclo de sufrimiento del perro continúa. Su conducta queda fuera de control y es el dueño quien rehúsa trabajar en corregir esta conducta. La agresión y el temor también son conductas que adopta un perro amarrado. Como el perro sabe que no puede escapar, está temeroso y tira a morder.

El perro que vive amarrado día y noche tiene poco interés en ir a su dueño cuando lo llama. Lo único que quiere hacer es salir corriendo lejos del dueño y su confinamiento. El dueño ineducado ve este comportamiento como inapropiado y piensa que su perro es estúpido, por lo cual lo vuelve a amarrar, le pega, o se deshace de él. Mucha gente amarra a sus perros porque es lo que vieron hacer a sus padres. La gente dice: “lo voy a amarrar hasta que aprenda a no irse”, o “lo voy a amarar hasta que se calme”. En ambos casos, amarar el perro sólo logra empeorar más el problema.

A marrar a los perros los hace padecer estrés, sufrimiento, angustia, lesiones, parásitos, falta de ejercicio, miedo y angustia; desencadena agresiones y violencia, provoca deshidratación, asfixia, problemas graves de relación, desórdenes de ansiedad, estados negativos de sufrimiento y dolor y, lo más grave, se trasmite a los niños que los animales pueden ser condenados a una cadena. Abusar de los animales y lastimar a los niños está íntimamente relacionado.

En muchos países existen leyes que regulan el problema de los perros encadenados y ahí podemos encontrar diferentes formas de entender un amarramiento como, por ejemplo, que sólo se permita hacerlo 8 horas en un período de 29 días.

En Asturias amarrar un perro día y noche es una práctica habitual, con lo que damos un ejemplo claro de no haber salido de nuestra cueva prehistórica mental, que los más listos llaman “Paraíso natural” e incluso lo agravamos enjaulando osos para beneficio de algunos bares, y matamos lobos para conseguir unos votos y, para más inri, con nuestro dinero.

Luis Miguel

San Juan de la Arena

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