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Memoria de Gaspar Casal

31 de Agosto del 2009 - Venancio Martínez Suárez

El pasado 10 de agosto se cumplieron 250 años del fallecimiento de Gaspar Casal. Nacido en Gerona, Casal ejerció su profesión en Oviedo durante treinta y cuatro años, aunque desde aquí las noticias de su fama llegaron a Madrid, cuya Corte lo reclamó en 1751 nombrándole Médico Supernumerario de la Real Cámara. Fue investido miembro de la Academia Matritense y ascendido a Protomédico de Castilla en 1752. Siete años más tarde fallecía en la capital del Reino. A los dos años de su muerte, en 1762, vio la luz su «Historia Natural y Médica del Principado de Asturias» gracias al fervor de su amigo y prologuista García Sevillano, que no pudo disimular su orgullo al redactar las primeras páginas de una obra «efecto del ingenio, talento y verdadero estudio del doctor don Gaspar Casal».

Gaspar Casal fue un médico original, extraordinariamente observador y minucioso en sus anotaciones, que desde una pequeña ciudad –el Oviedo amorosamente retratado por Palmira Villa– va a postular valientemente un cambio total de orientación en las maneras de ejercer nuestra profesión. Para ello se despega de las fórmulas mágicas que apelando a exorcismos y ritos pintorescos pretendían devolver la salud a los enfermos. Rompe con las tesis de Galeno, con el dogmatismo de los escolásticos y con las contradicciones y extravagancias de Paracelso. Intuyó con admirable clarividencia la existencia de causas de enfermedad «más eficaces que aquellas que los sentidos corporales perciben en la atmósfera y en los productos del suelo». Habla de «mínimos átomos que componen y constituyen dichos miasmas o venenos» presintiendo, con más de un siglo de anticipación, el nacimiento de una nueva rama dentro de las especialidades médicas, la Patología Microbiana. Cuando señala cómo «en los lugares húmedos se originan animales en extremo pequeños, que no se alcanzan a percibir con los ojos, y que con el aire que respiramos entran en el cuerpo y causan grandes enfermedades», intenta penetrar un hito más en el misterio, sin despejar el interrogante de sus «ocultísimas configuraciones, contexturas, movimientos y disposiciones».

Pero el apogeo de su celebridad mundial lo alcanzó con el reconocimiento de la «especie morbosa» que describe impecablemente con el nombre de Mal de la Rosa, y que hoy se denomina pelagra o avitaminosis P-P, originada por una carencia en la dieta de una vitamina identificada como ácido nicotínico. No tiene menos mérito su presentimiento de que la afección pudiera ser debida a un régimen alimentario anormal o deficitario. La lectura de su «Tratado de las endemias» no deja lugar a dudas acerca de su visión profética. Todo suena a vitaminología cuando habla del «fermento, o llámese como quiera, que constituye la causa próxima de esta enfermedad». Algo, pues, pequeño, insignificante, pero con notables efectos sobre la nutrición. Parece dar por sabida la naturaleza de la pelagra al afirmar que «el cambio de los alimentos ordinarios por otros más substanciosos y alimenticios era utilísimo para disminuir esta enfermedad». Sólo le falta a Casal asistir con Goldberger a la reproducción experimental de la enfermedad, compartir con Elvehjem el emocionante proceso de la síntesis química del ácido nicotínico, y llegar a saber los miligramos de substancia nutritiva contenida en las vísceras de animales, en la carne, en el pescado, en los tomates y en los guisantes, alimentos que curarían el Mal de la Rosa en mínimo aporte diario.

Subtítulo: Se cumplen 250 años del fallecimiento del llamado Hipócrates asturiano, que ejerció de médico en Oviedo durante 34 años

Destacado: A los dos años de su muerte , en 1762, vio la luz su "Historia Natural y Médica de Asturias" y también describió el Mal de la Rosa, que hoy se denomina pelagra

A Casal debe tenérsele en un lugar eminente dentro de la historia de la medicina. Su vida y su obra permanecerán definitivamente vinculados a Oviedo y a nuestra región. Nuestras instituciones académicas deberían señalar en su acontecer docente para el año 2009 el recuerdo que se merece. No en vano, desde su fallecimiento hace 250 años se le ha venido llamando el Hipócrates asturiano.

Venancio Martínez Suárez

Médico

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