Privilegiados
Quiero pedir perdón por haber dedicado unos años de mi vida al estudio. Por haber competido con otros estudiosos en unas oposiciones libres y públicas. Perdón por haber superado esas oposiciones y obtener una plaza. Perdón por ser funcionario público.
Pido perdón, porque, sumidos en una terrible crisis económica, parece ser que somos el compendio de todos los males por el hecho de habernos asegurado, con nuestro esfuerzo, un puesto de trabajo. Incluso en boca de la clase política somos los privilegiados de esta sociedad. Policías, médicos, inspectores, jueces, ingenieros, docentes, bomberos, guardias civiles, administrativos, militares, etcétera, todos privilegiados.
Ellos nos llaman privilegiados. Ellos, que gozan de privilegios que ningún ciudadano soñaría. Ellos, que ocupan puestos y cargos por simple designación digital. Porque no olvidemos que en nuestra democrática España los ciudadanos carecemos de la posibilidad de elegir a nuestros representantes, simplemente votamos una lista impuesta por la ejecutiva de un partido. Esos cargos «electos» deben por ello fidelidad al partido que los situó en buena posición de salida, no se la deben a la ciudadanía.
Ellos, privilegiados en retribuciones, prerrogativas, estatus, relaciones, futuro laboral, jubilación, incompatibilidades, así como en gastos suntuarios y superfluos que jamás realizarían si el coste afectara a su patrimonio.
Ellos comienzan ahora a entonar cánticos sobre la congelación salarial del funcionariado. De acuerdo. Es época de vacas flacas, apretémonos el cinturón. ¡Pero apretémoslo todos, desde el primero hasta el último! Y comencemos por los que más flojo lo llevan.
¡Ah...! ¿Me dice usted que los banqueros no? ¿Podrán seguir ofreciendo créditos al 10,5% cuando el precio del dinero es del 1,5? ¿Además se niega a informarme de cuanto dinero de nuestros impuestos les ha regalado? Empezamos bien.
¿Y ustedes? ¿Se lo apretarán? ¿Se atreverían a publicar, en democracia se denomina transparencia en la gestión de lo público, los listados de gastos correspondientes a las tarjetas de crédito con cargo a presupuesto? Ahora vendría el ingenioso comentario de «el chocolate del loro». ¿Sus viajes «institucionales» en bussines class, sus comidas «institucionales», sus regalos «institucionales», sus etcéteras «institucionales»? ¡Qué cara hacen ustedes la «institución»!
¿Establecerán presupuestos acomodados a la tremenda situación que vivimos o continuaremos con actuaciones faraónicas, y mal presupuestadas, ajenas a nuestra capacidad económica real? ¿Continuarán sin cobrar las deudas con ustedes contraídas para que prosiga el «circo» y la sociedad duerma mientras se vacían las arcas del Estado? ¿Harán...?
¿No quedamos en que hay que apretarse el cinturón?
¡Ah...! ¡Que es lo de siempre, unos sí y otros no!
¿Para qué continuar, verdad?
Menos mal que como funcionario público tengo unos sindicatos, curiosamente pagados por mi patrón, que me van a defender de todas las miserias y se van a desvivir por salvarme.
Por favor, no lo hagan.
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