La Pasión de Cristo
Esta vez Antonio Rico la ha dejado votando en su artículo del pasado domingo 5 de abril, y ya se sabe lo que suele pasar en estos casos. Intentaré ceñirme a los hechos, y hacer la menor cantidad de valoraciones posible.
El señor Rico (como todo el mundo) es libre de creer lo que estime oportuno, o confiar en quien quiera; pero si hablamos de Cristo, es público y notorio que si existió no murió de viejo, en la cama.
También es público y notorio que sí fue sometido a juicio, castigo de látigo y crucifixión era así (y no de otra forma más o menos edulcorada) como lo hacían los romanos hace unos dos mil años. ¿Que la Pasión es gore? ¡Claro! Lo que pasa es que estamos mal acostumbrados a imaginarnos el tema como algo que fue una pena cuando seguramente el adjetivo que mejor le encaja es dantesco (nunca mejor aplicado). Eso, sin entrar a valorar otros extremos psicológicos como la traición (la de Judas fue la más llamativa, pero ni mucho menos la única), la soledad, la inevitabilidad de la muerte,
Lo que pretende la película de Mel Gibson es ser lo más literal posible (quizás un par de detalles no estuvieran del todo claros, o pudieran ser de otra forma en el Imperio romano) y eso, nos guste o no, implica mucha sangre (aunque gran parte de los cristianos se horrorizaría sólo con ser consciente de ello). Por decirlo así, la película es más un documental de La 2 que una sesuda (y plomiza) obra de arte y ensayo.
Lo que siento es que el señor Rico no haya tenido la experiencia de Cristo vivo, resucitado, que le ama con locura, para darse cuenta de que la Pasión, aun siendo así, es muy inferior a la gloria de la Resurrección (aunque sea, o haya sido, mucho menos cinematográfica).
Por cierto, y para terminar, aunque sea hilar muy fino, la expresión por Dios o va con Dios (en mayúscula), o no se emplea; y teniendo en cuenta que escribe en un periódico que publica la programación de televisión, ¿tiene que consultar en internet qué ha estado viendo?
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