Somos, queremos y podemos
En éstas me aborda un hombre, buena planta, gafas, melenudo, camisa de franela, vaqueros y zapatillas de montaña, de esos que no llaman la atención, pero despiertan interés. Me pide una firma, a mí, que no soy ni famoso ni nada, únicamente para apoyar a su partido a la candidatura municipal, Somos, me dice. "Y eso, ¿qué es?". "Una asociación de lectores, que...", y yo, que devoro libros, sonrío. Pero el plural no me convence. "¿Tiene algo que ver con Podemos? Disculpe mi ignorancia, pero no vengo mucho por Oviedo".
Y vaya si lo tiene que ver, comenzamos a intercambiar puntos de vista, un tira y afloja sin fin, intentando convencerme por el buen uso de la democracia. Que en el Parlamento tienen que estar representados desde los cien mil hijos de San Luis hasta los defensores del pez globo, pero no tan fácil, oiga. Yo, capitalista por el bienestar social, no podré dejarme convencer por aquellos que promulgan la nacionalización de empresas, por aquellos que ofrecen una renta básica y que atentan contra la propiedad privada. Total, desde que le suelto un "no padre, lo siento, pero yo con esos no comulgo", sus facciones dejan de ser amables, rojo ira en los ojos, labios tensos como el ambiente, coloretes color infierno y me despacha en medio segundo, no sin que yo, educado como soy, le desee un gran día y mucha suerte en su treta.
Si en noviembre votamos al partido, en mayo votamos al gestor. Y si el hipotético concejal de urbanismo o a quien corresponda orgullosa tarea en Oviedo se embolse cincuenta euretes por farola instalada o diecisiete con cincuenta por adoquín, provenientes de aceros de Bilbao -oye, Patxi, ¿nos hacemos?- o de Piedras Negras como el carbón s.l., a mí, plin. Con tal que ese dinero no salga de las arcas públicas, de los impuestos que otros pagan y que sea el mejor producto a ese precio, estupendo. Se llaman externalidades, que harán nuestra ciudad más agradable todavía, a un cierto coste, sí, pero se recuperará en gasto por turistas.
En sus comunidades de vecinos, quien viva en una, ¿no tienen chanchullos? Tantos como felpudos. ¿Mas, de qué se quejan, pues? Vamos, digo yo.
Que la corrupción es cosa mala, que todo el mundo es libre de ofrecer sobornos, que para evitar la cárcel pagamos fianza en lugar de lo debido. Y así aprendemos desde los 14 años que, volviendo al mester de clerecía, "...mucho hace el dinero, mucho se le ha de amar...".
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