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Paisanos de Aller y de hoy

17 de Abril del 2015 - Ricardo Luis Arias (Aller)

Muchos son los que hubo y los que hay, historia viva y ejemplar del medio rural allerano y astur. Uno va a recordar hoy aquí a los paisanos que conoció en su dilatada vida alpina y montañera y que ya no están con nosotros. Si comenzamos por Caborana, en el pueblín de Sinariego estaba Juan, una gran persona, que por las Américas había andado, de la estirpe de los Sánchez del Río, con buenos médicos en su haber. De Moreda, que en enclave y confluencia de valles, ríos, caminos y carreteras, era Ceferino, Ferino, al que conocimos en el cordal del Bello, en 1948, calicateando y buscando carbón. En otra ocasión nos ocuparemos de Ferino aquí, porque su vida, muy interesante, esta ligada a la historia del carbón en Aller. En Piñeres, el gran Maximino, uno de los primeros pobladores de San Isidro, conceptuado como su “alcalde”. Su cabaña, vacía y solitaria hoy, linda con la “jaima” de Purita, servicial y amable mujer, atopaízu rincón, lugar de descanso o encuentro de vaqueros y excursionistas, siempre con un buen tinto a mano. En Collanzo, Heliodoro, Morán, La Panera y Juanín Reguera, parada obligada entonces de cuantos hacían la ruta al gran puerto allerano de las cuatro estaciones.

En Conforcos, Ángel Argüelles, guardián del santuario del Cristo de la Salud y las reliquias que en él se guardan. Secundino Argüelles y Rufo González Velasco, que en Australia, como ovejero, dejó muy alto el pabellón allerano. Y Hermógenes, criador de los mejores caballos, al que un día socorrimos y curamos, en el mayáu de Valverde donde vaqueriaba, de la herida causada por el disparo de un sujeto que intentó robarle su mejor yegua. En este grato periplo ascendente de recordación, en El Pino estaba el buenazo de Ovidio, que mucho sabía del cura de Vega. Don Valentín de Lillo (aquí, la recordación, para uno, es verdaderamente entrañable y muy querida), sobrino suyo y al que me unió una gran amistad. Y en El Pino también, Jaime González Castañón, al que conocimos en 1950, muy enterado de la historia de su pueblo, que guardan cuatro casonas muy ligadas a los Ordóñez. En una de ellas, nos dijo, se encontró en su desván una carta que tenía 462 años, escrita en Grado el 4 de julio de 1512 y firmada por un tal Antonio Núñez Cachero. Esta carta, sin destinatario, hallada en la casona conocida como El Patio, me dijo Jaime que estaba en poder de la familia de don Valentín.

En Felechosa, Manolín de “Sacramento”, “El Rápido” y después Luciano, se puede decir que han sido la base y principio de la importante y acreditada hostelería que hoy tiene ese gran pueblo, tan vinculado a San Isidro y a su estación invernal de Fuentes de Invierno. A todo cuanto es hoy ese puerto allerano con su poblado de La Raya y su camping, con todo cuanto tiene y representa deportiva y turísticamente. Y de Felechosa, otro gran paisano, Valentín, carnicero, al que uno debe el haberle encontrado y socorrido, con otros paisanos, aquel tormentoso 8 de febrero de 1979, cuando, agotado, yacía sobre la nieve, cerca ya de Felechosa. Un alud me había apañado en Riofrío, cuando descendía de San Isidro, llevándose los esquíes y una bota, y así me encontró Valentín, de noche ya. Fui llevado al Mesón del Cordero, cuya bondadosa dueña, con sus ardientes “fervíos” y maternales cuidados logró “descongelarme” (así fue reconocido luego en el Centro Médico), ya que había quedado más tieso que un langostino de Pescanova.

El hermoso valle de Río Negro, con el bromista Carlones, de Murias, quedan para otra ocasión. ¡Qué grandes paisanos ha tenido, y tiene, el medio rural allerano!

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