Un homenaje incompleto
Prejuicios sobran y a menudo influyen en recreaciones artísticas. Esto pienso de la película "La luz con el tiempo dentro", semblanza juanramoniana, al cumplirse un centenario por partida triple: la primera edición de "Platero y yo", el estallido de la Primera Guerra Mundial y la Generación del Catorce.
Ha prevalecido lo personal sobre lo artístico en una historia donde el último año del escritor moguereño sirve de eje en su transcurrir vital, subrayándose la coyuntura de la juventud a la madurez. Director y guionista han profundizado en la sensibilidad excesiva y dolorosa del autor, mostrándonos un cariz más bien a ras de suelo que ha omitido aspectos fundamentales entroncados a su talento literario. Por ejemplo: lo ascético y lo metafísico tan representativos que subyacen a colecciones como "Belleza", "Eternidades" o "La estación total". He echado en falta escenas que revelen aquel genio, tan oriental en su aislamiento, sumergido en las entrañas de la madre naturaleza (poemas sobre jardines, atardeceres o ensoñaciones). Igualmente, me habría gustado que dedicaran espacio a los enconados debates con otros escritores o alguna de las conferencias pronunciadas en La Habana.
Para su incipiente madurez, el director se decanta por un romanticismo que suena trasnochado, en versos convencionales lejos de la vertiente modernista o simbolista. El habla del actor que lo encarna en ese período, con "s" y "g" típicas de Madrid, en esa tendencia de la filmografía española a refinar innecesariamente el habla andaluza, no encaja con Juan Ramón. Choca el estilo gramatical que aparece en la película cuando le está dictando una carta a Zenobia, una prosa machacona que no muestra aquella dulce socarronería capaz de descubrir alma en lo más inimaginable. Tampoco la música, a la manera de una improvisación repetida hasta la saciedad, está a la altura.
No obstante, la caracterización en su vejez es acertada: un timbre suave y cadencioso y unos andares que describen a un hombre desentendido de fastos y con la mirada perdida. E interesante el monólogo que establece sobre la poesía en su vejez, evocando en su memoria al adulto incipiente.
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