A dos pantallas
¿Por qué hasta los años ochenta, en las aldeas, pueblos, barrios y villas había un continuo trajín de gente, muchas veces bullicio, y ahora reina una alarmante tranquilidad que roza, muchas veces, en la depresión?
La falta de funcionamiento, incluso la desaparición de molinos de grano, fraguas, tiendas mixtas, talleres de costura, iglesias (un cura para diez), yuntas de bueyes y casi todo el ganado equino de las aldeas y pueblos, así como cierres de bajos comerciales y bares (los grandes acontecimientos deportivos ahora se ven en casa) si no para siempre si para un tiempo indefinido; la desaparición del noble oficio de limpiabotas y otros menesteres de entonces en las villas, sobre todo porque la gente se pasó del tafilete al deportivo feo y barato. Bueno, pues todo ello en conjunto dio lugar, en la mayoría de las veinticuatro horas del día, a la desertización de las calles y a una especie de inquietud que, rozando el miedo, nos hace preguntarnos: ¿qué es lo que está pasando aquí, que la alegría brilla por su ausencia?
Con las personas conocidas y amigos que te encuentras algún fin de semana, las opiniones que se cruzan con respecto a la economía son coincidentes con todos: las tiendas están vacías, no entra nadie en los bares, no se ve a nadie.
Bien es verdad que la crisis económica desde 2007 fue galopante y en constante aumento, que mucha gente pasó al paro, que a otros los cogieron las preferentes y que a casi todos nos bajó el poder adquisitivo y nos invadió el miedo. Pero, a pesar de todos los peros, hay una realidad que lenta y disimuladamente nos está invadiendo hasta el punto de que la cosa, parece, no tiene mucho remedio.
Sí, tenemos la treintena de tiendas de los alrededores cerradas hoy y reunidas en una gran superficie, en las afueras, para dar servicio a los más de cinco mil vecinos que no tienen más remedio que acudir allí, o escoger desplazarse en una hora hasta los parques comerciales de Oviedo Avilés, frente a las tres horas de hace unos pocos años. Claro que también se puede quedar en casa, en pijama o camisón, esperando que le traigan la compra a domicilio, si gasta mas de equis euros.
Y como muchas veces el humanoide prefiere malvivir en la ciudad a vivir decentemente en el pueblo, pues esto hace que pueda desaparecer el segundo para siempre.
Hoy, en los medios, comentaban que durante la emisión de la serie “El tiempo entre costuras”, una gran compañía de comercio electrónico aumentaba un altísimo porcentaje sus ventas, concretamente en máquinas de coser. ¿Que cómo es posible?, pues teniendo paralelamente al televisor encendido, el ordenador o el móvil inteligente. Ni más, ni menos, así.
Después de estas realidades, podemos contestar a la pregunta diciendo que la gente sigue gastando proporcionalmente a sus ingresos igual que antes pero, eso sí, de forma distinta. ¿Cómo? pues acudiendo a las grandes superficies, aunque disten más de cien kilómetros de sus domicilios y, cada vez más, comprando sus necesidades y no necesidades a través de la red www.
Y por eso, con razón, decía aquella noble señora: mandaré esparcir mis cenizas por el parque comercial, así será la única forma de que me visiten mis nueras.
Si pudiese escoger, personalmente, me quedaría con lo de antes.
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