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Rebelión y oportunidad

20 de Abril del 2015 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Esclavos de la inconsciencia nos mantenemos satisfechos de nuestra ignorancia. La sociedad debe rebelarse y aprovechar toda oportunidad de evolucionar, no a esos cambios que manifiestan enarbolando banderas republicanas y gritando que se falló en la Transición, cuando es el mismo rey quien lidera el progreso de las virtudes republicanas, sino a los cambios que necesitamos por habernos entregado al oportunismo de estar satisfechos, y ser inconscientes, como sonrientes jubilados que triplican los ingresos del hijo que tiene trabajo, porque los otros ni lo tienen.

Una sociedad con «sindicatos mayoritarios» que usan oficialmente ese nombre tan peyorativo para con el resto de los trabajadores. Una patronal carente de auténticos emprendedores que se amamanta del Estado sirviéndose de sus licitaciones o de sus Empresas Nacionales cuando las había, y que, cuando estas se vendieron para hacer caja, siguieron igual. Ni siquiera la Universidad quiso desprenderse de la inconsciencia y enfrentarse a la insatisfacción que motiva el triunfo, aunque se fracasase disparando con pólvora del rey.

Si el centralismo fue la causa del fracaso imperial del siglo XIX que condujo al abatimiento del XX con su locura suicida, en la Transición lo único que hicimos fue trasladarlo como modelo al ámbito de los nacionalismos y de estos a los ayuntamientos. Seguimos centrados en las listas cerradas por el cabeza de lista, votando al régimen de los oportunismos. Un oportunismo que tuvo a orgullo depender de otros cuando entramos en Europa. Sin líderes adecuados la sociedad no se rebeló insatisfecha al elegir sus dirigentes (algo nada factible con las listas cerradas), sino que se olvidó hasta del programa que votaba; al fin y a la postre todo se olvida: ya ocurrió con la Constitución. Así surgieron los AVE sobre Madrid, las autovías sobre las capitales autonómicas y los autobuses urbanos sobre la plaza central municipal, que en Gijón fue el Humedal. No hicimos nada para un desarrollo ortogonal sobre zonas aisladas en subdesarrollo, ni planes de formación permanente ocupacional para la empleabilidad de las personas, siendo como es esta una formación que hace prosperar el espíritu emprendedor e innovador, y procura el desarrollo de los sistemas productivos y el engrandecimiento de las empresas con sus técnicos: pero nos la cargamos. Europa nos dejó hacer dislates con sus dineros, pues estaban macizando: querían dependientes, no competencia. Esto no es una proclamación del Espíritu Nacional sino una rebelión: ¿qué podemos hacer por Europa? Ni nos integramos con Portugal ni cooperamos para hacer valer un gran eje ferroviario de mercancías transversal: Lisboa-Mérida-Albacete-Valencia, tampoco su ortogonal: Gijón-Zamora-Mérida-Sevilla-Algeciras, para buscar el desarrollo de las zonas deprimidas con autovías de acompañamiento.

Pero..., ¡si al mundo le pasa lo mismo!: pasamos de usar la energía del carbón vegetal al mineral, del petróleo al gas natural para, satisfechos e inconscientes, sobrepasar el pico del petróleo y del gas, sin aprovechar la oportunidad de rebelarnos al dios solar creando su fusión nuclear. Así que, siendo parias sin Reino, seguimos agostando el planeta sin sembrar vida y secando esperanzas.

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