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Entre mis miedos, vino la luz y la paz

25 de Abril del 2015 - José Fuentes y García-Borja (Oviedo)

"Llenos de miedo", así estaban los discípulos de Jesús. El miedo expresa lo negativo del hombre: su falta de libertad y confianza; y con el miedo vienen la duda, la tristeza, la soledad. Pero las cosas cambiaron desde que Jesús empezó a mostrarse resucitado: primero a las mujeres: a Santa María, su madre –como narra una tradición en el Oriente y en el Levante español, e incluso en Miravalles (Villaviciosa)–, y a las tres que fueron a embalsamar su cuerpo, al amanecer de ese primer domingo de la historia. Y después San Pedro y San Juan confirmaron la noticia. Y lo mismo los dos de Emaús al volver.

Estaban Cleofás y su compañero, quizá Zaqueo, contándolo: "Caminaba con nosotros, nos hablaba como un maestro, sus palabras nos llenaron de ilusión y comprendíamos, pero no lo reconocimos. Aceptó nuestra invitación para quedarse con nosotros, era de noche...". "Cuando estábamos cenando, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y nos lo iba dando. Rápido los dos le miramos y lo reconocimos, y a una dijimos mirando su rostro, manos... mientras comíamos su pan...: "¡Señor, Jesús! Sí, era el gesto de su última cena con nosotros. Fuimos a abrazarle llorando, emocionados, pero Él desapareció".

El relato absorbió a los Apóstoles y lo entendían, pero les pareció demasiado hermoso: "¿Cómo puede ser cierto algo tan grande?". "¿No serán alucinaciones vuestras?". Pero San Pedro, que también lo vio, dijo: "Lo que han contado es verdad. El Mesías vive!". En esta conversación estaban los trece cuando Jesús se presentó en medio de ellos: ¡Y la luz llenó sus ojos y corazones!; el Señor estaba ante ellos y repitió su saludo de siempre: "Paz a vosotros". Ahora tenían caras de sorpresa y mentes de certeza. Jesús los tranquilizó: "¿Por qué os alarmáis? Soy yo en persona. Mirad mis manos y pies con sus heridas y sus huesos, que no tienen fantasmas". Los discípulos seguían transidos y atónitos y Jesús les pide: "¿Tenéis algo que comer?". Ante ellos comió el trozo de pez que le dieron. Los discípulos, más relajados, veían la verdad de la Resurrección del Hijo de Dios. Y ahora, sentados, reunidos con Jesús en medio, el Maestro les explica las Escrituras y las profecías que los profetas redactaron en los momentos y situaciones del Salvador que quiso Dios mostrarles previamente, siglos y siglos antes lo dejaron por escrito para que las aprendieran de memoria desde niños; así muchos dijeron: "Israel es el pueblo del Libro", y Jesús siguió explicando todos los textos que se referían a Él. Fue aquello una verdadera clase y mientras los discípulos escuchaban, lo anotaban en su memoria, porque era lección difícil de entender. Otro día les recuerda su vocación de apóstoles enviados a predicar la conversión, el perdón de los pecados y la misericordia de Dios. Así, nosotros misericordiosos con los pecadores y enfermos; los pobres y los ricos (algunos ya incluyen a los pobres en sus "salidas"); con los niños; empiezan a ayudar a los ancianos, cojos y ciegos; con ancianos que atienden a niños huérfanos; con las viudas que ayudan a otras viudas pobres. Si así hacemos, estaremos cumpliendo la misión que entregó a todos los cristianos y podrá Jesús decir a otras gentes: "Vosotros sois testigos de esto".

José Fuentes y García-Borja,

canónigo de la Catedral de Oviedo

Oviedo

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