"Empoderar"

25 de Abril del 2015 - Mario Gutiérrez Rubio (Felechosa)

Es interesante observar cómo una lengua cambia en muy poco tiempo. Es cierto que la manera de hablar de un pueblo surge en una época histórica concreta, en unas condiciones económicas y sociales determinadas, se desarrolla, se expande y cuando ese tipo de sociedad cambia, al idioma le ocurre lo mismo, pues éste no es algo fijo, sino histórico, cambiante.

Una de las palabras que están teniendo gran aceptación, sobre todo entre los politólogos, es el verbo “empoderar”, que procede del inglés “empower”. Se suele usar con el significado de “hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido”.

En una democracia real se supone que el poder lo tiene el pueblo, el conjunto de ciudadanos y ciudadanas, que eligen a sus representantes o participan directamente en la toma de decisiones si hay unas normas que lo permiten y una situación económica igualitaria, circunstancias que aquí y ahora podemos decir que no existen. En realidad, el poder lo tienen unas élites políticas y económicas que lo ejercen en beneficio propio. Si alguien pone esto en duda, que repase la historia del señor Rato y de sus antecesores o que se fije en la trayectoria de los directivos del FMI sin ir más lejos.

Esta minoría que tiene el poder ¿estará dispuesta a cederlo, por lo menos en parte, a los grupos más desfavorecidos? Si el poder es “una fuerza al servicio de unos intereses, de una idea”, lo que habría que hacer es crear un contrapoder basado en unas ideas y valores muy distintos de los actualmente dominantes. Veamos algunos ejemplos:

Todos hemos oído alguna recomendación del tipo siguiente: no te metas en política, ocúpate de lo tuyo y deja que cada uno se arregle como pueda. Así surgen el individualismo, la falta de solidaridad, el dejar que otros decidan posiblemente en contra nuestra. Otra idea que se predica constantemente es que el sistema de economía de mercado es intocable, que nada puede cambiar pues cualquier cambio conduciría al desastre. El resultado de estos falsos valores que se predican constantemente hasta convertirlos en sentido común está claro: “el joven que sueña con ir a un reality show donde lo humillarán, la limpiadora convencida de que pertenece a la clase media alta, el parado que no va a la manifestación pero que no falta al partido que televisan, el hijo del trabajador que va a una universidad (privada) donde no le enseñan nada pero le dan un título, la prostituida que exige que la inscriban en la Seguridad Social...”.

El individualismo, el pasotismo, el no ser puede hacer nada, el siempre habrá pobres y ricos... no surgen por casualidad. Son fruto de un largo trabajo de la prensa, la radio, la televisión y otras instituciones que propagan estas ideas que tanto interesan a la clase dominante. Cada vez que voy al quiosco, flipo ante la cantidad de revistas de la llamada “prensa rosa”, por no hablar del espacio dedicado al fútbol en todos los periódicos. Si la mitad de este esfuerzo editorial se dedicara a hablar de los problemas de los trabajadores, no habríamos llegado a esta situación.

A este respecto, siempre recuerdo una frase de don José Álvarez Lobo, que regentó durante algún tiempo (poco, desgraciadamente) las parroquias del alto Aller. Él, repetidas veces decía: “Mientras sigamos pensando como los que se ficieron amos del mundo, vamos por muy mal camín”.

¡Qué razón tenía!

Mario Gutiérrez Rubio

Felechosa

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