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Verdes poltronas extremadamente verdes

30 de Abril del 2015 - Francisco Jirout Conde (Oviedo)

Me resulta lastimoso, casi penoso, que en una comarca, es más, que en una región en donde cada día nos desayunamos con cierres de empresas, ERE masivos, y una continua destrucción de empleo, las buenas iniciativas de algunos empresarios emprendedores e innovadores de nuestra región se sientan torpedeadas, lamentablemente antes de ver la luz, y sin argumento alguno de peso, ni legal, ni político, ni de ningún tipo, sólo del tipo enciende el ventilador que algo ensuciará y yo estoy muy a gusto en mi poltrona.

Me refiero a la iniciativa empresarial del establecimiento de una empresa de valorización de buques que quiere, y debe, emplazarse en la dársena de Muros de Nalón, en unas antiguas, obsoletas y muy degradadas áreas que se corresponden con los antiguos astilleros de La Parrilla. ¿Acaso alguien ha paseado por sus inmediaciones? Yo sí lo he hecho en estas fiestas pasadas y el panorama es completamente desolador: desde un vertedero supuestamente municipal incontrolado, hasta colectores de antiguos chamizos con tejados de uralita que vierten directamente sus aguas fecales en la ría. ¿Es ésta nuestra tarjeta de presentación turística? ¿O acaso unas instalaciones y edificios próximos que en su día eran punteros y hoy son nidos de ratas y de expolio sin cuartel? Nadie, nadie se ha molestado en acercarse a la zona, un auténtico campo de nadie en la nada .

Y es ahí, precisamente ahí, donde un grupo empresarial pretende crear una empresa que a priori daría empleo directo al menos a veinte trabajadores (sin contar los indirectos). Dicen algunos que no es estético, otros que no es verde, otros que lo quieren de regalo para sus propios usos, nadie dice que es una empresa con sólidos puntales afianzados en la normativa medioambiental no sólo española sino europea (la más exigente de nuestro gibalozano mundo), nadie dice que generará empleo, nadie menciona que su uso reportará a las arcas del Principado no sólo pingües ingresos por su concesión sino ahorros anuales por su no mantenimiento, nadie habla de que los trabajadores tanto directos como indirectos han de desayunar, almorzar, cenar, pasear en sus ratos de ocio, y tampoco nadie menciona que la entrada de grandes buques de nuevo en la ensenada de San Esteban supondrá un verdadero y nuevo acicate turístico... ¿acaso la entrada de un navío de guerra de la US Navy americana, por ejemplo, no traerá colas de gente y niños a verlo? ¿Acaso la nao “Victoria” en Gijón no contó con colas interminables en el muelle de Gijón esta Pascua y miles de personas desistieron de subir a bordo por las infinitas demoras?

No, es mucho mejor decir que no, que no quiero un desguace, que me molesta, que quiero chalés pareados con vistas al colector inmundo actual, que no quiero ese empleo para mi pueblo, que la gente se vaya a Avilés a trabajar, o a Sagunto; que San Esteban lleva en sus venas y en su historia el turismo (?), que su pasado industrial no existió y no queremos que vuelva; queremos y pretendemos un mundo feliz, ideal, verde, donde nuestros jóvenes emigren, y emigren lejos, cuanto más mejor, y dedicarnos acá a ceñirnos la montera picona y a navegar plácidamente en kayak, que es más verde, profundamente verde.

¿Y nuestra hermosa playa de los Quebrantos? Se verá dañada, sin duda, porque lo afirman los expertos, los ingenieros de puertos, navales, los biólogos y oceanógrafos locales de ribera, los que no conocen que sus maravillosas y únicas arenas negras destilan el carbón que corre aún por nuestras venas y que tanta prosperidad trajo a aquella Asturias de entonces donde inmigrantes de Andalucía, de Extremadura, de España entera, se peleaban por un pasaje de tren para llegar a nuestras tierras verdes, negras e industriales.

Pero ahora no, ahora es diferente: somos verdes, políticamente correctos y verdes. Sí, fíu, sí! ¡muy verdes!

Sinceramente, espero que imperen la cordura y la razón, no el sentimiento de algunos que vivieron de la industria pero se niegan a que las nuevas generaciones lo hagan porque las poltronas están muy calientes y verdes, extremadamente verdes.

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