Septiembre
Los mejores años de un hombre son aquéllos en los que una mujer le hace feliz.
A este escribidor (y suponemos que también a muchos de vosotras/os) desde el recién pasado martes, primero de septiembre, de nuevo nos iremos poco a poco (hayan sido largas o breves las vacaciones fuera de la ciudad de cada cual), de nuevo nos iremos poco a poco, decíamos, reincorporándonos en nuestra zona, en nuestro barrio, «a esa hora en que hay pescaderías abiertas, y tiendas de ultramarinos, y, acaso, una furgoneta con alguien que vende melones enteros o a rajas», escribió Arturo Pérez-Reverte, tiempo ha.
Nuevamente septiembre. Opinamos, sentimos dentro del corazón lo que sienten (sentimos) la gran mayoría de los humanos, verbigracia, la certeza de que si alguna vez llegamos a viejos, en el momento en que lo vivido se difumina, pues eso, verbigracia bis, cuando también estemos con un pie en el estribo y a punto de irnos como todo se va en esta vida, llevaremos con nosotros, vamos, dentro de uno, a los seres que quieres y amas y, asimismo, cómo no, a nuestro barrio.
Amables lectores, 17.18 horas, exactamente, 01/09/09. La tarde está gris, gris, gris, tristona, tristona, tristona...
Érase una vez.
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