Salmón y Estado del bienestar
Ayer se sacrificaron en Asturias 47 salmones. Un año más de pena, indignación e impotencia provocadas por una legislación hecha para satisfacer únicamente al colectivo de los pescadores. El mío.
Creo que la sociedad asturiana tiene que saber cómo se hacen las cosas en otros países. Y no voy a citar Estados Unidos, donde asombraría saber lo que son capaces de hacer allí para recuperar la población de salmones. Hablemos de países de nuestro entorno europeo. En el año 2004 la Glasgow Caledonian University demostró ya que la pesca deportiva del salmón generaba en Escocia 2.800 puestos de trabajo y unos ingresos de unos 188 millones de euros anuales.
En primer lugar, lo que diferencia a este país de nuestro Principado es algo evidente: sus ríos tienen muchos salmones y los nuestros no. Y los tienen también por algo obvio, aunque algunos lo nieguen con excusas o matices de todo tipo: no los matan.
En cualquier país salmonero moderno hay un concepto sagrado y es el de salmones de primavera, es decir, aquellos ejemplares que suben por los ríos antes del 20 de junio. Varios estudios, algunos de ellos españoles, han demostrado que son, con mucha diferencia, los mejores reproductores. Pues bien, en 2009 el porcentaje total de salmones de primavera devueltos al agua en Escocia fue del 82%, cifra que subió al 86% en 2010 y al 91% en 2011 y 2012, según datos de las nada tendenciosas ASFB y RAFTS.
Otro ejemplo. En el río Tweed, con una media anual de 15.583 capturas en los últimos cuatro años, no se matará ni un solo pez hasta el 1 de julio, y con muchísimas restricciones. En el río Dee, 7.471 salmones en el mismo período, no se sacará del agua ninguno. En Asturias, ninguno de cuyos ríos ha dado más de 800 capturas anuales en los últimos ocho años, la pesca con muerte es generalizada cuando empieza haber salmones en los ríos, es decir, a partir de últimos de abril. Créanme, prácticamente todos los salmones que suban antes del 20 de junio serán sacrificados.
Pero hay una segunda diferencia. En Escocia, como en la mayoría de los países modernos, la pesca no forma parte del Estado del bienestar. En España, y particularmente en el Principado, sí. Cualquiera puede acercarse los fines de semana de mayo y junio a los distintos ríos de la región y llevarse un salmón a su casa prácticamente sin coste.
Al comienzo hablaba de los tres sentimientos que me provocaba esta absurda legislación. Uno era la pena por la gravísima situación en la que hemos dejado la especie. Elementos como la codicia de 20, 30 o muchos más pescadores persiguiendo un pez, las trampas y las peleas dicen muy poco de nosotros como humanos.
En una región con un 19% de paro (44% en menores de 25 años) y un importante problema de despoblamiento, la posibilidad de generar empleo y riqueza se está perdiendo. Y nadie los reclamará porque nadie los ha tenido.
En Asturias no se puede matar un salmón más hasta que la especie esté recuperada. Y eso nos lo dirá la ciencia, no los pescadores. ¿Hay que contar con los fumadores para prohibir fumar en los hospitales? ¿Acaso con los adictos al alcohol para prohibir conducir con dos copas de más? Pues eso es lo que está sucediendo aquí. Las normas de pesca las estamos dictando los pescadores, no los parados, ni los agentes económicos de la región.
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