Catalina, mujer de Siena, santa y doctora
Siena, la pequeña y artística ciudad de Toscana, "único modelo vivo de ciudad medieval", según palabras de Bianchi Bandinelli, vio nacer, el 29 de abril de 1347, a la pequeña Catalina Benincasa, penúltima hija de la larga familia de un comerciante tintorero. A lo largo de una intensa vida corta –murió, también en Siena, a los 33 años de edad– va forjando un temple de santidad que llega a conmover a las personas que la conocieron y a la sociedad en la que le tocó vivir. A pesar de ser una mujer sin letras ni estudios, pues era la costumbre de la época incluso en hijas de familias pudientes, como fue su caso, consigue fama e influencia por su vida de oración, austeridad, entrega y servicio a los demás. Hasta el punto de convertirse en consejera de hombres de gobierno y de altos clérigos en la convulsa sociedad del siglo XIV italiano y europeo.
Siena es una ciudad románico-gótico-renacentista célebre por la fascinante piazza del Campo, remarcada por el Palazzo Pubblico y la Torre del Mangia, escenario del medieval desfile y carrera de caballos del Palio. "Ciudad de la Virgen", pues no hay pintor del lugar que no haya dedicado un cuadro al culto de Santa María y son varios los que pasan a la posteridad, como Buonensegna, Martini o Lorenzetti. Ciudad de magnífica catedral y venerables palacios, fuentes, arcos e iglesias. Siena fue también el foco de la actividad pacificadora de Catalina en las guerras entre las ciudades-estado de la época, como además lo fue es su esforzada labor por acabar con el Papado en Avignon y el Cisma de Occidente.
Catalina es una de las tres mujeres, junto a Santa Teresa de Jesús y Santa Teresa de Lisieux, que, además de santas, han sido declaradas doctoras de la Iglesia. En su caso, por la pasión e infatigable defensa de la verdad, que llevó al extremo heroico ante las erróneas razones de conveniencia que se vivían en la sociedad injusta y belicosa de su tiempo.
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