La perspectiva
El domingo, nada más concluir el partido que enfrentó al Sporting y al Llagostera y que finalizó con empate, no fueron pocos, precisamente, los aficionados rojiblancos que repitieron una y otra vez, como si de un mantra se tratara, que el punto sabía a poco. Y no digamos ya cuando dos horas después, el Girona, merced a su victoria sin paliativos en Huelva, provocó que retrocediéramos a la tercera plaza y, por tanto, que acabáramos la jornada fuera de los puestos de ascenso directo. Se produjo entonces una suerte de esquizofrenia colectiva por parte de esos aficionados del paladar exquisito, a los que les resulta insípido un empate en un campo donde, precisamente, sólo el Girona ha sido capaz de ganar entre los equipos que están peleando por el ascenso. Se dijo incluso que el equipo no salió a ganar. Por decir...
Lo cierto es que a estas alturas de la competición, resulta descorazonador tener que volver a explicar una vez más dónde estamos y, sobre todo, los medios de los que hemos dispuesto para llegar hasta aquí. Un equipo sin un solo refuerzo y con una plantilla coja en casi toda sus posiciones (con la honrosa y feliz excepción de la portería) ha sido capaz no ya sólo de hacer historia en el club y en el fútbol nacional con su fabulosa racha de imbatibilidad, sino de encontrarse, a siete jornadas del final del Campeonato, a dos puntos del ascenso directo, siendo además el equipo menos goleado de la categoría y con tan sólo dos derrotas en su casillero. ¡Dos derrotas en treinta y cinco encuentros!, que se dice pronto. ¿Sabe también esto a poco? Si es así, puede que estemos ante un serio problema médico de papilas gustativas.
Y es que es muy difícil comprender cómo puede haber un sector de la afición que ha perdido, de semejante forma, la perspectiva sobre aquello que tenemos el privilegio de estar disfrutando esta temporada: un equipo basado en ese Mareo que tantos pedían a voz en grito, con chavales sin experiencia en la categoría (que el año pasado sufrían para mantener al filial en Segunda B), que se dejan en cada partido el cuerpo y el alma por sus colores, de un modo que hacía muchos años no se veía. Y que con su frescura y entrega han contagiado a los más veteranos, que parecen ahora disfrutar de una segunda juventud, mejor que la primera.
Sería de agradecer por ello que de una vez por todas hiciéramos un ejercicio serio de reflexión para recuperar esa perspectiva perdida, poniendo los pies en el suelo y que, de este modo, El Molinón, lejos de suponer una presión añadida para los jugadores, con sus murmullos de desaprobación (de los silbidos ya ni hablamos) cada vez que un Pablo Pérez yerra un remate o un Jony pierde un balón al intentar un regate (por citar dos ejemplos), fuera de verdad ese jugador número doce al que Abelardo hizo mención en su última rueda de prensa, celebrada en nuestro estadio. Sabía muy bien por qué lo decía, pues nuestro míster no da puntada sin hilo, lo mismo que cuando dijo lo que nos jugábamos en cada partido. Que sirva ese mensaje para todos. Y si al final de temporada no se logra el ascenso, algo que por supuesto entraría dentro de lo normal, que nadie ose hablar de fracaso. Al contrario: este equipo merecería igualmente el mayor de los reconocimientos. Pero como no voy a ser yo quien lleve la contraria en sus augurios al Brujo, estoy convencido de que ese reconocimiento será por algo grande. Ese algo que tal vez no merezcan todos los paladares, pero que somos muchos más los que sí lo merecemos.
¡Aúpa, Real Sporting! De ti esperamos más... pero sin perder la perspectiva.
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