Arrianismo

5 de Mayo del 2015 - José Manuel López García (Gijón)

Esta doctrina herética fundada por Arrio que fue un presbítero de Alejandría afirma que el Hijo es el Lógos y era una creación de Dios y no era Dios mismo. La vida de Arrio se extiende desde el año 256 hasta el 336. Era una época convulsa en el imperio romano, aunque también es cierto que el emperador Constantino apoyó de manera decisiva al cristianismo, y legalizó esta religión en el imperio.

Indudablemente, planteamientos similares a los del arrianismo aparecen en los escritos de Tertuliano, Justino y Orígenes antes del surgimiento de la doctrina de Arrio. Lo que da claramente a entender que las discusiones sobre esta cuestión, ya se producían desde los primeros tiempos en la evolución de esta secta religiosa oriental escindida del judaísmo.

No es de extrañar que el arrianismo fuera condenado por ser herejía en el famoso Concilio de Nicea en el año 325. Porque la consustancialidad del Padre y el Hijo establecía que ambos eran la misma sustancia, lo que refutaba absolutamente lo afirmado por el arrianismo. Y aunque en un primera etapa Constantino I castigó duramente a Arrio y lo desterró y ordenó quemar los escritos arrianos, posteriormente suavizó su actitud, y fue más comprensivo y tolerante con los obispos arrianos, que eran una minoría en el concilio ya citado. Aunque ya se habían producido las primeras excomuniones.

Resulta curioso que pensadores de la talla de Locke y Newton estuvieran de acuerdo con las tesis arrianas. Para el gran matemático inglés Jesucristo era un nuevo enviado que no era consustancial con Dios. Además, Newton negaba el dogma de la Trinidad, si bien lo escribió, y lo mantuvo en secreto, por temor a las posibles consecuencias. Lo comentó con unas pocas personas de confianza, por ejemplo con Locke a través de cartas. Newton había estudiado muy a fondo el desarrollo del cristianismo en el Bajo Impero Romano y las conclusiones que alcanzo confirmaron lo que suponía: la fase inicial de esta religión estuvo atravesada por conflictos, desviaciones y discusiones doctrinales. Y una de las más relevantes, sin duda, fue el arrianismo.

En cambio, Pablo de Tarso que se puede considerar el fundador del cristianismo junto con Pedro, afirmaba la consustancialidad de Jesús de Nazaret con Dios. Algo que encajaba, perfectamente, con la significación concedida por Pablo a la resurrección.

En todo caso, la tarea de extensión de los principios de la nueva forma de vida cristiana por las costas del Mediterráneo fue desarrollada por Pablo de manera colosal, por el extraordinario esfuerzo desplegado para dar a conocer el mensaje de amor cristiano a los paganos.

Y la divinidad de Jesús no debía ser puesta en duda, porque era lo que proporcionaba profundidad y firmeza a la conducta evangélica. Lo esencial eran las obras y los comportamientos, y no tanto los debates teológicos. El mismo Pablo de Tarso en su discurso en el Areópago dijo a los atenienses que Dios: «ha señalado una fecha para juzgar con justicia al mundo por medio de un hombre designado. Y lo ha acreditado ante todos resucitándolo de la muerte». Esto pareció muy irracional a los oyentes de Atenas, y contradecía lo escrito por Platón, ya que las almas con la muerte eran liberadas de la cárcel del cuerpo.

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