El coro de Cadavedo
Nos desenvolvemos, en líneas generales, en ambientes algo crispados proclives al mal humor, producto en muchos casos de esta vida acelerada en la que escasea el tiempo para la quietud y el sosiego. Tenemos tanta prisa... y apenas sin darnos cuenta ya no podemos correr porque nos llega la vejez, con sus múltiples achaques y problemas. Oír misa en Cadavedo los domingos o fiestas de guardar es un auténtico oasis que te hace sentir feliz, en comunión con Dios.
No tengo palabras para alabar el coro maravilloso que nos deleita con sus hermosas canciones y que está presente siempre haciendo de una sencilla misa normal una misa solemne. Su constancia tiene un gran mérito. La primera vez que fui pensé que estaban celebrando algo especial y mi gran sorpresa fue que eso se repite semana a semana.
No puedo olvidar en este comentario a don Santiago, el sacerdote, trabajador incansable atendiendo múltiples parroquias, que con su eterna sonrisa, su comprensión y bondad (nunca nos regaña ni se enfada) encanta a todos y hace que la misa y sus palabras sean lo justo, sin cansarnos. Con “pastores” así, las “ovejas” no se alejan de la iglesia. Lamentablemente, muchos cristianos se han alejado de la fe por la conducta impropia de algunos sacerdotes, ante los que la jerarquía eclesiástica ha permanecido ausente, mirando para otro lado. Me permito opinar que esta situación, que requiere corrección, es más preocupante que la escasez de sacerdotes que se pretende remediar con laicos.
Desconozco quiénes son en Cadavedo aquellos otros colaboradores que hacen posible que todo esté bello: el calorcito en los días fríos, el anuncio mensual por escrito de actividades religiosas, para llevarlo a casa y poder seguirlas, la presencia y participación de los niños, etcétera. A todos, gracias por hacer posible que me sienta más cerca de Dios y muy agradecida por haber encontrado un remanso de paz y de amor. El Señor os bendiga.
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