El poder judicial
Estoy claramente convencido de que el mayor y más importante problema con el que nos enfrentamos es la ruptura del sistema democrático, lo demás es consecuencia del mismo.
Todo comienza en 1985, cuando en PSOE, por boca del Sr. Guerra, lanza aquella lapidaria frase: Hemos enterrado a Montesquieu, como consecuencia de la “apropiación” del poder legislativo por parte del poder ejecutivo, con lo cual se rompe el equilibrio que debe regir en todo sistema democrático, que es el que nosotros nos dimos en el año setenta y ocho, la independencia entre los tres poderes pilares del sistema: legislativo, ejecutivo y judicial. Todo lo demás es pura consecuencia de este mal hacer iniciado por los socialistas y consentido por todos los demás partidos.
Ahora podemos decir, con mucha gente, que vivimos en una “partitocracia” que, inexorablemente, nos llevará al desastre, si no se retoma el equilibrio necesario.
Los partidos, en su afán de poder, rompieron el sistema, y hoy estamos en un equilibrio inestable de dos poderes que son prácticamente uno.
Es necesario de todo punto el restablecimiento del poder judicial en todos sus aspectos, desde la independencia del mismo hasta su total restablecimiento.
Hoy día podemos decir que la justicia no existe. Pero no solamente la justicia ordinaria sino la, llamémosla, extraordinaria en todos sus aspectos, incluidos los preventivos y en todas sus manifestaciones, desde las resoluciones del Tribunal de Cuentas, Banco de España, etcétera.
A la justicia hay que dotarla de medios, tanto personales como materiales y exigirle que sea eficaz, pero ¿interesa esto a los partidos?
Hay que acabar con los diez mil aforados, que es toda una aberración. No los hay en Alemania, Reino Unido ni EE UU. En Italia sólo el presidente de la República lo es. En Francia sólo el presidente de la República, el primer ministro y los ministros, y todos ellos sólo en el ejercicio de su cargo. Aquí, repito, unos diez mil. Insólito.
Sin justicia y con procedimientos decimonónicos (las instrucciones de los casos duran años y así siguen), el país va hacia el tercernundismo. Pero los políticos, que son los causantes y deberían ser los reparadores de este mal que ellos mismos crearon, parece que no se dan cuenta de nada, como no sea intentar ganar las próximas elecciones.
Si no ponen coto a esta situación, dentro de poco ya no habrá remedio. Y por esta causa se vislumbra un futuro oscuro e incierto como el reinado de Witiza.
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