A mi amiga del alma, María Eugenia
Querida María Eugenia. El martes pasado, casualmente el día del cumpleaños de Beatriz, a la que llamabas tu "hermana pequeña", nos dejaste. Te llevó esa maldita enfermedad cuyo nombre mucha gente prefiere no pronunciar y que yo maldigo.
Esa noche me fue difícil conciliar el sueño y repasé todos los buenos momentos vividos contigo. Desde el día en que te conocí, demostraste ser una persona luchadora y firme en tus convicciones. Esas cualidades te hicieron sufrir muchas veces y siempre te lo tragaste tú sola. Pensabas que para qué ibas a preocupar a los tuyos. Como no podía ser de otra manera, siempre preocupándote por los demás. Te vamos a echar mucho de menos todos los que te queremos: sobre todo tu hija, Cristelina; tu madre, Cristel; tu marido, Eduardo, y tu hermano, Rubén.
No quisiera terminar esta carta sin comentarte algo que me preocupa. Y es que te vayas con la sensación de que yo, tu amigo, no te dije la verdad la última vez que estuve contigo. A una pregunta tuya te contesté con un rotundo "no". Y en aquel momento así era, aunque pasado un tiempo la respuesta se convirtió en un "sí". Pero ya no te lo pude explicar. Espero que donde estés, sepas comprender este cambio.
Amiguina del alma, me despido con una frase que a ti y a Beatriz siempre os hacía reír y os traía buenos recuerdos: "¡Mira la oveya cómo bala!".
Un beso, amiga.
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