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El último corresponsal

7 de Mayo del 2015 - Antonio Parra Galindo (Cudillero)

Estaba a la hierba cuando la cuchilla de la máquina aferró el tubo de la cañería quedamos sin agua en la general, la paisana salió al prau para darme la triste noticia: murió Jesús Hermida. Al poco llegó Iván un mozo de Valdredo y en un pispas arregló la avería. Le dije que yo había sido compañero de Chus Hermida, que me llamaba a veces para cotejar asuntos y una vez cuando supo que yo cruzaba el Verrazano Bridge todos los días una altura de casi doscientos metros sobre la bahía que conecta Staten Island con Manhattan en mi pequeño SEAT 133 (cuando soplaba nordeste que allí llaman cierzo de Groenlandia no me dejaban pasar) dijo que quería hacerme una pequeña entrevista para TVE.

Mira, Iván, - le dije al fontanero que se me mostraba sorprendido de que aquel paisano que vive al pie de las brañas tuviese tales conocencias- Nueva York es como tu aldea pero multiplicada por doce millones de veces. Una aldea global. Se vive mejor en Valdredo donde siempre hubo buenos ferreros digotelo yo, fiu, y sin tanta prisa.

Hermida nunca me llamó para aquel reportaje. Pasa nada. Un hispano cubano que trabajaba en la delegación de EFE entendía mis excentricidades. Éste- decía a mis compis refiriéndose al que suscribe estos párrafos y al que consideraban la oveja negra de la familia- es cuña de buena madera, es de la estirpe de Menéndez Avilés el que descubrió la Florida y de Núñez Cabeza de Vaca que anduvo a flechazo limpio con los Sioux. Y yo que quiere que les diga. Me sentía tan contento que no me cabía un piñón por cierto bujero porque hay que saber lo que es América: sus dimensiones y sus categoría que allí todo es grande, acérrimo: las montañas, los ríos, las nevascas, las secas los más crudos inviernos y los veranos más tórridos: en Nueva York en agosto se podía cortar el aire con una navaja, faltaba la respiración los más ricos y los más pobres del mundo (no había más que darse una vuelta por el Bowery); las tías más macizas y los galanes más guapos del paneta, todo una contraste. Bueno pues este inmenso país se lo recorrió fray Junipero Serra a lomos de un burro o a la pata coja pues se mancó el pie con hojas de cambronera al pisar zarza murmurando jaculatorias a san antonio y diciendo: donde irá el buey que no are.

Todo ese mundo de la América que viví en los 70 cuando era corresponsal de LNE me evoca la muerte de Hermida y se lo recuerdo a Iván que me escuche con oído atento y mirada jovial de asturiano de occidente.

A Jesús yo lo veía con frecuencia en la tercera planta del edificio de la ONU donde estaba la sala de prensa y los teletipos formando tertulia con Carrascal, Celso Collazo, Valverde, y alguna vez Foix de la Vanguardia. Era un hombre hecho a sí mismo que descubrió el nuevo lenguaje televisivo, el tecnotalk, hijo de un pescador manejaba como nadie el lenguaje de la marinería y sólo he conocido otro periodista experto Wes el director de la Voz de Avilés en el dominio de la hermosa jerga de la mar- y hablaba muy bien el inglés, no era muy alto pero siempre muy elegante con aquel tupé y aquellos trajes y aquellos abrigos que mercaba en las tiendas más caras de la Quinta Avenida. Aires de dandi en apariencia pero en el fondo era un hidalgo que inventó el periodismo de la televisión donde prevalece el accidente sobre la sustancia. Hay que saber manera.

Sin embargo, orzando la nave a través de un mar aborrascado de silencios y de metáforas, era un experto de hablar mucho y sincopado sin decir nada. Hermida tenía como una varita mágica dentro del tupé. Su periodismo era soft porque se acercaba la era de lo light.

Se cabreaba muchísimo cuando le llamaban de Madrid de la redacción a las tres de la mañana diciendo oye Jesús se te ha pasado esto tal y tal los bombarderos de Vietnam recalan en Morón la 82 División aerotransportada podría intervenir como fuerza de intervención rápida en el flanco sur de Europa con base en Zaragoza.

Eran noticias comprometidas con las cuales no se atrevían los de medios audiovisuales pero que a Félix Ortega y a mí nos encantaba transmitir a sabiendas que -honrilla profesional- hacíamos la puñeta a los demás y les íbamos a marcar un gol.

Para un periodista los Estados Unidos eran El Dorado de la Información. Podías ganar fama y honra a través de la exclusiva y los que nosotros llamábamos el pisotón.

Me consta que otro calvario que tuvo Jesús fueron sus diferencias con Cirilo Rodríguez del que se dice que había militado en el PC y era el hijo de un segoviano que estuvo en la cárcel o fue represaliado. Y Hermida era un hombre apolítico un animal televisivo como a él le gustaba llamarse puro sabor americano.

Recuerdo que fumaba unos puritos superlargos de papel marrón muy finitos y resultaba elegante hasta echando humo.

Rostro de galán cinematográfico y un tío por el que se pifiaban las señoras (dicen que gustaba mucho en el Pardo a la señora de Franco) pero no se le conoció ningún escándalo, ningún desliz era todo un caballero distante con las damas, un señor con mucha clase y bastante casta a pesar de que sus orígenes nunca fueron nobiliarios. Estaba muy enamorado de su mujer. En cambio, en ese sentido, Cirilo Rodríguez era un toro de mihura. Su apartamento en la Tercera Avenida parecía la posada del peine: guapas feas cojas mancas marquesas fregonas universitarias y aeromozas no hacía distingos el Cirilo; se las pasaba todas por la piedra, ¡qué vida amorosa más interesante tuvo aquel paisano!

Un adjetivo inglés le definiría al corresponsal de TVE que acaba de morir: aloof porque era hombre que sabía guardar las distancias, en realidad un animal televisivo. La corresponsalía en América se convirtió en su jaula dorada, una torre de marfil.

La brega y los problemas empezaban cuando tenías que regresar a Madrid. Durante el franquismo y creo que tambien ahora las redacciones periodísticas se parecían al mayo de la cucaña que había que escalar a codazos o poniendo zancadillas y el que venga atrás que arrée. Maguer, entonces las colaboraciones, aunque poco, se cobraban y hoy los periodistas tienen que trabajar gratis o con sueldos de sweating shop neoyorquina. ¿Para esto la libertad?

Los ídolos eran víctimas de la emulación, de los enconos envidiosos y la mala baba de la envidia y fueron destronados por sus segundones. Quítate tú que me pongo yo. Esta filosofía de la carretera de ratas funciona en este oficio bastante bien. Un trozo de queso sólo se consigue pegando mordiscos.

A Cirilo le hicieron la cama sus interinos; el ovetense Delfín García que era un policía de la Social de Franco que estaba un poco loco y que a los corresponsales nos vigilaba y decía que éramos enemigos de los Estados Unidos. Todavía me rilan las piernas al recordar los improperios por teléfono de aquel tío. O un becario por nombre Maraña al que el periodista segoviano dejaba encargado de la oficina de RNE cuando descansaba o tenía vacaciones que nos decía que hacíamos crónicas muy literarias. Claro este personaje no sabía escribir y apenas redactar, le decían también de los Servicios Secretos.

Venía de un noviciado de paules en León y luego parece ser que ha conseguido situarse bien en el nuevo periodismo y en la universidad de lo cual me alegro lo que no es óbice para que yo tenga que airear, hurgando en el recuerdo de amargas experiencias, aquellas calumnias que esparció contra mí en el círculo de corresponsales y que me hicieron tanto daño.

Gracias a Dios, sobreviví y si sobrevives en NY puedes buscarte la vida en cualquier sitio, el infierno inclusive.

Hermida por su parte a su regreso a la capital de España fue el inventor de las chicas Hermida: la Campos la Herrero etc y todo ese elenco de lozanas andaluzas en torno a Juanymedio, el nuevo Hermida. A las que promocionó y lanzó a fama, luego le dieron la patada y hubo de retirarse a sus cuarteles de invierno. Sin embargo old soldiers never die only fade away.

Igual que los periodistos de clase. Acaso en Hermida hubiese más de televisión personality y lo de corresponsal no fuera más que un valor añadido. Se desplazaba, magistral, por el plató jugando con la cadenita de su reloj de bolsillo, sabía que las cámaras lo amaban. Acaso esa apostura disfrazase una cierta inseguridad adobado con lo cursi. Esa cursilería que tanto se lleva entre los españoles y, si no que lean a don Jacinto Benavente.

Dicen que murió recitando párrafos de Platero y yo. Juan Ramón Jiménez que tanto entusiasma a muchos algunos, sin embargo, lo encontramos presuntuoso acaso por no entender los pródromos de sus poesía pura pues no somos iniciados ni estamos tan alto de tales exquisiteces manieristas. Hermida, algo manierista no excesivo, llevaba en las entretelas de su alma onubense y marinera la poesía del premio Nóbel Juan Ramón. Descansen en paz los dos.

Hoy a mí también se me ha muerto algo.

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