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Premio «Príncipe de Asturias»: las trampas de la equidistancia

8 de Septiembre del 2009 - Mohamed Safa (Oviedo)

Uno de los elementos que se añade a la tragedia palestina es la concepción equivocada sobre la naturaleza del conflicto, por muy obvio que sea para los palestinos, que fueron arrancados de su territorio y se convirtieron en su mayoría en refugiados, se les trató como a una cuestión humanitaria a la que los organismos internacionales dedicaron su esfuerzo para ayudarles a sobrevivir en campamentos, que con el paso del tiempo se convirtieron en lugares de miseria y pobreza. El resto de territorio y población palestina fue ocupado militarmente por el Estado de Israel como resultado de la guerra de 1967. Su vida desde entonces quedó dictada militarmente por la potencia de la ocupación. Recuperado el protagonismo palestino con el inicio de la resistencia a través de la OLP, se transformó el panorama y adquirió el rostro real de un movimiento de liberación nacional que pretende conquistar el espacio de libertad y el derecho del retorno.

En el mal llamado «proceso de paz», los palestinos veían que su situación estaba cada vez peor, son mucho menos libres que antes, son mucho más pobres que antes. Israel aprovechó la oportunidad, a saber: el aumento de los colonos, la confiscación de territorios, la construcción del muro que suponía con los controles militares, la fragmentación geográfica y el robo de los recursos naturales. Este proceso no solamente es inútil, sino que ha sido dañino para las aspiraciones nacionales.

En la última época un gran número de organizaciones potencia encuentros entre palestinos e israelíes con la ilusión de hacernos ver que dialogando llegaremos a la solución. Entiendo que estos inventos parten de una premisa errónea, haciendo equilibrios y repartiendo culpabilidad entre ambas partes por igual, pueden resultar atractivos para sus mentores, pero sin duda hacen un enorme daño a las víctimas. Si es tan eficaz ese método que parece una «terapia de grupo», no sé por qué no se aplica a otros conflictos no muy lejos de aquí.

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Es deshonesto poner en igual rango al violado y al violador, al ocupado y al ocupante. No se debe olvidar el origen del conflicto, no es el resultado de una fobia ni de dificultad lingüística, sino es la diferencia de mentalidad de un colonialista que pretende conservar sus colonias para la usurpación de sus recursos y un pueblo que ansía por acabar con esa pesadilla.

Vaya por delante mi admiración por los premios «Príncipe de Asturias», los que sigo con enorme interés. Por la información que dispongo, la asociación Círculos de Padres es una de las candidaturas al premio de la Concordia, las razones por las que se le puede otorgar puede que sean estimables: el diálogo…. Pero muchas veces se equivoca en el destino. Estamos ante una asociación que rechaza por igual la violencia de ambos lados, pero se olvida algo muy sencillo: los palestinos viven constantemente la violencia madre de todas las violencias, la ocupación, y la mejor forma de ayudarlos a convivir es exigir la aplicación de la legalidad internacional. Las demás no dejan de ser unas formas, aunque no se pretende, dañinas para la justicia. Los premios en este caso serán como fuego amigo.

El Gobierno de Franco, persiguió el ansia de la sociedad española por un sistema democrático, acusándola de contubernio judeo-masónico. En el caso palestino, Israel acusa a la resistencia de estar motivada por potencias externas como Irán hoy y la Unión Soviética de ayer, también de la falta de un interlocutor válido resultado de un proceso democrático; hecho realizado en enero de 2006, cuyos resultados otorgaron a Hamas la mayoría en el Parlamento. Esto supuso el inicio de una travesía inhumana para los palestinos, porque descubrimos que lo que se exigía no eran elecciones, sino los resultados de las mismas. Si antes teníamos ocupación, a partir de ellas, un embargo. Es la primera vez en la historia que se impone un embargo a una población civil ocupada y quizá sea la primera vez que esto ocurre después de unas elecciones democráticas.

Las resistencias de los pueblos no son ni externas, ni ideológicas, uno no lucha porque es comunista, musulmán o laico, sino por su condición de ciudadano ocupado que quiere ser libre, y canaliza ese sentimiento a través de la ideología que cree que podría ayudarle a alcanzar esa meta con el apoyo de las potencias amigas.

El conflicto no es económico, psicológico ni humanitario. Los palestinos padecen una enfermedad, la ocupación militar. Poner fin a esta situación ilegal y anómala implica la solución al conflicto.

No pretendo que os convirtáis en palestinos, pero sí en legalistas, y premien a quienes hagan del derecho y la justicia su bandera.

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