Las semillas protegidas
Hace unos días se publicó en este medio una entrevista a la señora Cornelia Flora titulada "Con la tierra y las semillas las multinacionales quitan a la gente su dignidad". Desde Anove (Asociación Nacional de Obtentores Vegetales) queremos aclarar que no es cierto que las semillas sean propiedad de unas pocas empresas y, mucho menos, que éstas quiten a los pequeños agricultores las tierras y las semillas. Las empresas de producción vegetal ponen en el mercado un gran número de variedades mejoradas, que permiten a los agricultores obtener mayores rendimientos con más calidad. En todo caso, el agricultor siempre es libre de comprar estas semillas protegidas o de utilizar otras libres de protección.
Del total de la superficie cultivada mundial, unos dos tercios no utilizan semilla profesional, sino "semilla de granja" o semilla producida localmente al margen de los estándares comerciales internacionales. De este tercio que utiliza semillas profesionales a su vez un tercio recurre a variedades desarrolladas por instituciones públicas de investigación y mejora. Esto quiere decir que tan sólo el 22 por ciento de la agricultura mundial emplea semillas producidas por empresas profesionales. Este dato es preocupante, porque significa que hay una gran mayoría de agricultores de países en vías de desarrollo que no pueden optimizar sus cultivos y mejorar su nivel de renta. En todo caso, muestra que la agricultura mundial no está en manos de cuatro o cinco multinacionales de semillas, tal como de manera recurrente se intenta transmitir. También hay que recordar que las empresas productoras de semillas no se dedican al cultivo, por lo que no compran ni venden tierras a los agricultores, salvo en una muy pequeña parte, orientada a la obtención de semilla para siembra.
En lo que respecta a las grandes producciones de trigo y soja y la pérdida de diversidad alimentaria, también es importante aclarar que en buena medida, y en una inmensa mayoría en el caso de la soja, son cultivos orientados a la fabricación de pienso animal, lo que, sin duda, contribuye a la diversidad alimentaria y nutricional. En todo caso, la producción está directamente relacionada con el tipo de alimentos demandados por los consumidores.
A veces se olvida que la semilla es el primer eslabón de la cadena alimentaria y que, contra lo que afirma la entrevistada, nunca en la historia de la humanidad ha existido tanta diversidad de alimentos, de multiplicidad nutricional y también de variedad gastronómica. En todo caso, el material genético vegetal que por diferentes motivos deja de demandarse en el mercado es conservado en bancos de germoplasma y puede volver a incorporarse a nuestros campos, cuando el mercado lo demande.
Es un tema complejo, en el que el sector de la obtención vegetal se encuentra en la vanguardia tecnológica. Hay que recordar que alrededor del 20 por ciento de los ingresos de la industria de semillas se invierte en I+D, llegando a alcanzar el 24 por ciento en el caso del cereal de invierno. Se trata de la industria que más apuesta por el I+D, junto con el sector farmacéutico, y por encima de otros como los de automoción, aeroespacial, energía, alimentación, etcétera. El coste medio para poner una nueva variedad vegetal en el mercado es de 1 a 1,5 millones de euros, y se tarda de 10 a 12 años en conseguirlo.
Antonio Villarroel,
secretario general de Anove
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