Discapacidad para la vida eterna
Da la impresión de que la proximidad de las elecciones autonómicas está produciendo la resurrección de los muertos, al menos administrativamente. ¿Y por qué digo esto? Pues porque durante los días finales de abril –no sé si aún continúa la correspondencia– se estuvieron recibiendo cartas de la Consejería de Bienestar Social y Vivienda dirigidas a personas fallecidas hace veinte o más años, en las que se les envía una tarjeta plastificada con sus datos personales y aquellos que hacen referencia a su discapacidad –porcentaje, baremo de movilidad y necesidad de tercera persona–, para que puedan acreditarla con más comodidad y así tener acceso a determinadas prestaciones y beneficios. En el caso que conozco y me afecta, la carta con la tarjeta venía a nombre de un familiar, del que yo soy el único pariente directo en esta villa –de ahí que el funcionario de Correos la introdujese en mi buzón domiciliario–, fallecido hace veinticuatro años, después de padecer una larga postración por total invalidez, consecuencia de una fuerte trombosis. Pero sé de otros que también han recibido –post mortem– esa "consoladora" tarjeta. E incidiendo en el tema, el día 30 de abril, en este mismo diario, se delataba un caso similar, en Mieres, por parte de otro familiar afectado.
Esperemos que ese reconocimiento de discapacidad se conceda no sólo a los difuntos –un gasto en lo inexistente para nada–; confiemos en que se trate de un inocente error ocasionado por la mano invisible de la tecnología informática, que no tiene corazón, pero que, en su exquisito afán por ayudar a su señor, hace visibles a los muertos –discapacitados permanentes absolutos– para incrementar las estadísticas, sin compromiso. Cuidado, no vayamos a dar la razón al escritor Jorge Luis Borges cuando decía que "la democracia es un abuso de la estadística". Atiéndase a los discapacitados vivos con generosidad y prontitud, haya o no elecciones, y déjese en paz a los que ya no están entre nosotros.
Ramón Fernández Cuesta
Navia
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