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Respuesta a un vaqueiro valenciano (o de ADN)

9 de Septiembre del 2009 - Judit Fernández Fuertes (Gijón)

Hace unos días, mientras me dirigía hacia el campo de San Timoteo, descubrí con sorpresa a un grupo de jóvenes que llevaban una camiseta en la que podía leerse «vaquieros», junto con un número y el supuesto nombre de cada portador. Me llamó la atención porque el tema me toca de cerca por determinadas circunstancias, aunque no soy vaqueira y vivo en una ciudad. Lo encontré curioso, y más aún cuando uno de ellos se volvió y pude leer la frase que lucían en su pecho: «conservemos la raza».

Al igual que yo no soy periodista por escribir un artículo, y no soy carpintera por clavar un cuelgafácil para colocar un cuadro, tampoco debería considerarme vaqueira por llevar una camiseta o un apellido heredado de mis antepasados. ¡Qué satisfacción debe de sentir un desarraigado esnob urbanita cuando de pronto descubre que sus orígenes, de cien años atrás, le regalan el pertenecer no sólo a una provincia o comunidad distinta, sino a una raza diferente al resto! Me imagino que este mismo sentimiento es el que empujó a un tal Gonzalo Gayo, de Valencia, a escribir un par de artículos que leí en LA NUEVA ESPAÑA no hace mucho.

Me resultaron realmente difíciles de digerir, y sólo era capaz de pensar... pero ¡qué atrevida es la ignorancia!

Este supuesto periodista (en el currículum de su página web sólo figura diplomado en Graduado Social) arremete contra todo y contra todos los relacionados con el mundo vaqueiro: la mancomunidad, el Museo Vaqueiro, el Festival de la Vaqueirada... Es increíble la desfachatez de este autoproclamado representante de los vaqueiros, cuando hasta no hace mucho elogiaba a Carminina (quizá debido a que fue premiado como vaqueiro de honor en el 2002) y ahora la acusa de vivir de la sopa boba y de malversar las subvenciones recibidas. Imagino que no se le ocurrirá volver por Aristébano con el ego hinchado y la panza vacía, a la espera de comer gratis frixuelos y natas después de hacerse la foto de turno. A Carminina y los suyos no se les pueden dar más que felicitaciones y reconocimientos, porque, sin necesidad de insultar a nadie ni de figurar en ningún sitio, han sabido mantener, de manera desinteresada y con esfuerzo e ilusión creciente, más de 50 años de Festival Vaqueiro. Aunque, claro, para este individuo lo bueno sería poner la mano, recibir la pasta y que organicen otros, que ya estará él ahí para criticar desde una cómoda hamaca viendo el mar Mediterráneo.

Por otro lado, me repugna ese alardeo fascista de ser vaqueiro puro por llevar un apellido propio de la zona (y haber descubierto sus orígenes asturianos, tres generaciones atrás, hace no muchos años). ¿Acaso este individuo, que desconoce por completo la dura vida en las brañas, es más vaqueiro que alguien que habita y trabaja en ellas y que se apellida, por ejemplo, García? Según sus propias palabras (y cito textualmente), «Ser vaqueiro es una cuestión de apellidos y orígenes, no de profesión y soy vaqueiro de ADN» (http://www.levante-emv.com/comunitat-valenciana/2009/08/24/gonzalo-gayo-corbella-vaqueiro-cuestion-apellidos-origenes-profesion/623961.html). En fin...

Quizá por eso comenta que el Museo Vaqueiro de Asturias es un museo de xaldos, pretendiendo levantar otra viga que divida de nuevo a ambos colectivos. Supongo que desconoce que este museo se divide en 2 partes: una casa en el pueblo de Naraval, y otra en la braña de Folgueras del Río (los únicos lugares en los que se encontraron casas antiguas para ceder o vender en toda la zona). Y me sorprende que afirme que en él se reinventa la historia de los vaqueiros, cuando supongo que él mismo lo habrá visitado, y habrá podido leer en los paneles informativos las innumerables referencias bibliográficas de los investigadores e historiadores más respetados sobre el tema vaqueiro. Pero fue aún más allá, e insinuó en su brillante artículo que también aquí existía algún tipo de estafa en cuanto a la gestión de las subvenciones.

Le haré un par de preguntas directas, Gonzalo: ¿Cree que usted administraría mejor todas estas subvenciones, cuando parece desconocer por completo el esfuerzo que conlleva el solicitarlas y conseguirlas? ¿Puede hacer usted otra cosa que no sea limitarse a criticar y proponer que los demás acaten sus iniciativas? (por cierto, para llevar a cabo la relacionada con la restauración de la casa de Rogelia Gayo, en Aristébano, le sugeriría que antes de plantear nada hablase primero con los herederos).

Por último, sólo pedirle que si va a volver a escribir un artículo sobre los vaqueiros de alzada lo haga informándose bien y dejando su prepotencia a un lado.

Todos lo agradeceremos.

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