Carta de agradecimiento a Eduardo Errasti Pérez
Cuando en el verano de 2011 llevamos a mi hermana Marisa al Centro de Atención de la Dependencia de Turón, dependiente de la Fundación Fasad, no imaginábamos que nuestras vidas iban a cambiar radicalmente. Habíamos recorrido un largo camino llamando a muchas puertas; algunas se cerraban, otras ni siquiera se abrían y la mayoría, simplemente, nos invitaban a salir.
Fueron años muy duros llenos de rechazo e incomprensión, y quien tenga un familiar con discapacidad psíquica sabe de lo que estoy hablando. Pero al llegar al Centro de Turón, su director, Eduardo Errasti, no sólo nos dio todo el apoyo que en aquel momento necesitábamos, sino que nos hizo sentir que aquello era algo más que una institución social, era la nueva casa de Marisa. El cambio que se produjo en el comportamiento de mi hermana y la tranquilidad que llegó a nuestra familia eran, por fin, una realidad con la que sólo habíamos podido soñar y que creíamos que nunca llegaríamos a disfrutar. Y es que todos estos años Eduardo nos ha dado numerosas muestras de comprensión y de cariño que van más allá de las obligaciones profesionales, y que hoy en día difícilmente encontramos y mucho menos en el ámbito de la dependencia.
Por eso, ahora que sabemos que se va a Oviedo, que seguramente no volveremos a tratar con él, quisiera rendir un pequeño homenaje a un hombre que hace de su profesión una auténtica labor humanitaria y que cada día, gracias a su entrega y a su total dedicación, hace la vida un poco más fácil a familias que, como la nuestra, necesitan de la sociedad algo más que compasión y comprensión; necesitan personas que, como usted, les ayuden a poder sobrellevar esta difícil situación con el menor sufrimiento posible.
Nunca le agradeceremos lo suficiente ni Mary, ni mi madre, ni yo todo lo que ha hecho por nosotros, porque cuando tienes la suerte de que una persona de esta categoría humana se cruza en tu vida, vuelves a creer en la bondad de los hombres, en su generosidad, que les lleva a darlo todo sin esperar nada a cambio, y nosotros, Eduardo, hemos tenido esa suerte al conocerlo a usted.
Ojalá que en su nuevo destino reciba todo el reconocimiento que merece y sepa que aquí, en Llovio, no sólo tiene a una familia agradecida, sino también unos amigos.
Gracias de todo corazón y hasta siempre.
Fdo. Liliana Traviesa
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