Gracias, Vin
En la Navidad del año 2013 a nuestro padre le detectaron una enfermedad, de complejo e incierto pronóstico. Desde ese mismo momento éramos conscientes de que comenzaba una larga lucha, no sólo para combatir dicha enfermedad, sino también para recuperarnos del golpe moral recibido. No exentos de algún contratiempo, con altibajos fruto de los temores y la esperanza, afrontamos la situación lo mejor que pudimos, sobre todo con el ejemplo que él nos daba, ya que encajó las sucesivas intervenciones e ingresos con una tremenda entereza y hasta buen humor, y no dejó de hacer planes con todo lo que tenía pensado hacer. Por eso podemos decir que fueron momentos duros, pero que tuvieron su parte hermosa, pues pudimos ver con nitidez las virtudes que siempre nos demostró: raza, sacrificio, entereza y generosidad.
Así, gracias a ese ejemplo, durante aproximadamente un año convivimos con la enfermedad de una manera que podemos calificar como bastante saludable. A mediados de enero fue intervenido de nuevo en un intento de, al menos, estabilizar el estado de su enfermedad. La ilusión era alta, pero los resultados, una incógnita. Los días pasaban, y aunque queríamos mantener la esperanza, las complicaciones se sucedían una tras otra y poco a poco empezamos a darnos cuenta no de que se hubiera rendido, sino de que, a pesar de su terco deseo de vivir, la enfermedad le había vencido.
El pasado día 10 de abril nos dejó y, como solemos decir, quizá para aliviar en parte nuestra pena, por fin descansó; lo cual es dudoso en este caso, porque jamás lo vimos cansado.
Queremos también dar las gracias a todo el personal sanitario tanto del Hospital Valle del Nalón como del HUCA por su profesionalidad; hemos de hacer una mención especial a la doctora Bernardo, por su implicación, profesionalidad y esfuerzo en revertir una situación de cuya dificultad fuimos conscientes en todo momento. Y también, en su nombre y en el nuestro, queremos agradecer a los amigos (Templao, Pedrín, Geli, José, Florín y Mando, Guillermín y Mari) por haber convivido y compartido de una manera tan especial la enfermedad de nuestro padre, agradecimiento que queremos hacer extensible a todos los que durante este proceso largo y doloroso han estado cerca de nosotros, así como a las muchísimas personas que nos dieron sus condolencias.
Pero, sin duda, nuestra mayor gratitud es hacia él, Vin, Vicente, Molina, por toda una vida de cariño, comprensión y respeto, y por esa última lección de fuerza, valor y coraje. Es posible que él, poco partidario de hacerse notar, no fuese muy partidario de publicar esta carta, pero nosotros no podemos dejar pasar la oportunidad de rendirle este póstumo y pequeño homenaje, que sólo intenta dejar constancia de lo orgullosos que nos sentimos de él. Gracias, Vin.
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