Crisis económica y crisis turística en España: los cambios que se nos vienen
Los últimos datos sobre el turismo para los primeros siete meses del año muestran un proceso continuo de caída. Un ligero e insignificante receso en julio, más intenso en agosto por el período vacacional. Durante este período hubo en España 140,8 millones de pernoctaciones (-8,5%). Ha llegado un 10% menos de turistas extranjeros. Se ha entrado en una guerra de precios y ofertas entre agencias de viajes y hoteles. Éstos siguen bajando tarifas (-6%) a la vez que la ocupación (-6,6%). Menos gasto, menos ingresos, menos turistas, menos estancias y menos días de estancia resumen la situación.
Los hoteles sufren como ninguno esta recesión y sus consecuencias: la fuerte crisis de consumo. La ocupación no se recupera pese a la rebaja de precios y ofertas. Por tanto, menos rentabilidad –en mayo bajaba un 20%–, algo que pronto se traducirá en menos empleo e inversión. De hecho ya han comenzado las regulaciones de trabajo y se ha dejado de crear puestos de trabajo (datos de Exceltur en el primer semestre del año cifran la caída de empleo en el sector hotelero en un 7,5%). Puede que después de lo ocurrido a los turoperadores, a las compañías aéreas y agencias, esté a punto de tocarle el turno a los hoteles. Así, grupos como NH han perdido 41 millones, Sol Meliá presenta una rebaja de beneficios del 97% o Barceló ha reducido en un 75% sus inversiones.
La aviación civil fue la primera en sentir los problemas de la crisis mundial –un indicador adelantado en turismo–. La pérdida de cuota de mercado, el ajuste de rutas, plantillas y precios están cambiando su modelo de negocio y su rentabilidad hasta llevarlas a los números rojos. Iberia, por ejemplo, ha cerrado el primer semestre con unas pérdidas de 165,3 millones y un 14% menos de pasajes.
Las compañías de «low cost» parecen salir algo mejor paradas. Su estructura más aquilatada, su mayor flexibilidad de precios y ofertas, la venta on line, etcétera, les están ayudando a pasar mejor esta era de turbulencias, aunque sin grandes resultados. Mantienen mejor la cuota de mercado (han perdido un 7,6% frente al 13%), pero también sufren el mismo proceso de ajuste y pérdidas que las compañías de bandera; por ejemplo, Air Berlin aumentó sus pérdidas en 81,4 millones y redujo su oferta en un 10,5%.
¿Qué puede ocurrir en los próximos meses? Pues si las cosas no mejoran, y no parece que ocurra, en septiembre y octubre veremos cómo se ahonda la depresión en el sector. Aun mejorando, no parece que vaya a existir recuperación hasta el verano de 2010. Este año, el mercado nacional ha salvado algo la cara, pero no ocurrirá el próximo año si la situación económica del país no cambia.
Subtítulo: Se va hacia una temporada baja más larga, una temporada alta concentrada y una temporada media muy irregular
Destacado: Estamos ante un consumidor sin confianza, atenazado por la tasa de desempleo, que teme gastar en ocio y viajes
Destacado: Está claro que el modelo turístico implantado en España debe cambiar radicalmente
Las claves, sin duda, las encontramos en lo que está sucediendo en la economía española y europea, donde lo peor de la recesión parece haber pasado. Qué signos de recuperación se vislumbran: las dos «locomotoras» de Europa, Alemania y Francia, muestran reactivación en las ventas fuera de sus fronteras y, por tanto, de su índice de producción industrial. Estos dos estados, a diferencia de España o GB, no participaron tan intensamente de la burbuja inmobiliaria. A este factor se le unen un alto nivel de desempleo, un elevado endeudamiento y un fuerte déficit exterior agravado por carencias en la exportación, pilar sobre el que se está apoyando la recuperación de otros países.
La mejora franco-alemana es importante por dos razones: España vende buena parte de su producción a estas naciones y es su gran receptor turístico. Pero no es bueno precipitarse en las conclusiones. Aún queda mucho para que ambos estados de la Eurozona recuperen su PIB, su confianza y las tasas de consumo que permitan restablecer sus desplazamientos y gastos normales como turistas. Es posible que llegados a 2011 España, como receptor, se dé cuenta de que ha perdido parte de la cuota de mercado que tenía en Europa (el turismo extranjero ha decrecido un 10%), turistas que se habrán ido hacia otros países de la cuenca mediterránea. De momento destinos como Turquía, Túnez o Egipto están resistiendo mejor o ganando visitantes. Su mejor competitividad en costes –especialmente mano de obra– y la depreciación de sus monedas frente al euro están en la base de su éxito, aunque también un producto cada vez más orientado al turismo experiencial.
Volvamos a analizar el preocupante escenario económico español. Mantenemos la tasa de paro más alta de la Eurozona (18%). Todos los índices económicos caen, especialmente el consumo (-4%). La confianza de los consumidores es deficiente, no mejora. Los gastos se estudian mucho en las familias, se aplazan decisiones económicas aun en hogares sin problemas. Se acabó el «efecto riqueza» causado por la burbuja inmobiliaria, un modelo perverso de crecimiento fundamentado en la construcción residencial y la financiación casi exclusivamente bancaria entre promotores y compradores que ha dejado efectos devastadores. El español ha empezado a ahorrar (el 14,8% de su renta disponible). España necesita reequilibrar su déficit comercial, se ha estado endeudando durante demasiado tiempo. Esa necesaria confianza no se renovará hasta que no se vislumbre una mejoría en el mercado laboral, sus rigideces y su tasa de desempleo. Las anunciadas subidas de impuestos tampoco ayudarán a remontar. Todos los analistas coinciden en que España, con una recesión en estos momentos del 4,2%, retrasará su recuperación.
Todo esto, ¿cómo afecta al sector turístico? Estamos ante un consumidor sin confianza, atenazado por esa tasa de desempleo, que teme gastar en ocio y viajes. Si no se despeja esta incertidumbre y se recobra la seguridad, dejará de desplazarse tanto como lo hacía. Es un riesgo más que plausible. Se necesita una expectativa de recuperación. Hasta ahora, lo que ha hecho es restringir algo los viajes, pero sobre todo el gasto; pero pueden rebajarse ambos. El viajero se ha beneficiado del estímulo de ofertas y de la guerra de precios, pero las empresas turísticas no pueden jugar indefinidamente con este factor, todo tiene un límite. Máxime cuando dos componentes importantes de costos en su cuenta de explotación no bajan, sino que suben: energías y salarios.
En definitiva, el viajero español responde a la crisis con menos desplazamientos, menos gasto, estancias más cortas y primando destinos nacionales de proximidad. Buena prueba es que en el mes de julio las pernoctaciones de los españoles sólo cayeran un 0,1% o que los pagos de viajeros al exterior en el año descendieron un 16%.
No cabe duda de que el mercado se está polarizando, aunque con un denominador común, el precio. El éxito este verano de los campings y los apartamentos turísticos, junto a las compañías de «low cost», algo querrá decir. Frente a ellos, los hoteles de segmentos medio y bajo –especialmente los urbanos– son los que están sufriendo con más virulencia la crisis. El otro segmento que aguanta –aquilatando precios y rentabilidad–, aunque no se sabe por cuánto tiempo, es el de lujo. En todos se observa un cambio en la forma de compra y, por ende, de distribución. La venta directa on line se impone entre los consumidores cansados de una intermediación muy encorsetada.
Se empiezan a vislumbrar, en general, otras maneras de ocio y consumo. Se ofrece más valor añadido, que bien es estimado directamente por el consumidor, como las rebajas, o bien ofrecido motu proprio como «regalo» por los establecimientos. Unas prácticas que llegan al sector turístico de diversas maneras. En el corto plazo, en forma de demanda de paquetes o productos turísticos con menos estancias, precios ajustados, presupuestos reducidos, fechas más abiertas. Esa volatilidad obliga a las empresas a cambiar sus políticas de ventas, precios y a lanzar ofertas constantemente, así como a aportar más valor. En el medio plazo parece que iremos hacia una temporada baja más larga, una temporada alta concentrada y una temporada media muy irregular.
Ante esta hipótesis no cabe más que moverse. La pregunta es hacia dónde. Está claro que el modelo de crecimiento turístico implantado en España debe cambiar radicalmente. Debe reforzar las ofertas de experiencias, dejar de crecer por crecer indefinidamente. Parece que se debe ir hacia niveles de actividad razonables, incluido el crecimiento de la oferta. Dejémoslo a la reflexión de todos, pero sin tardar.
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