Historietas de una tal Esperanza
Solía decir mi madre que era mejor caer en gracia que ser gracioso. Y esto es lo que parece ocurrirle a la candidata a la Alcaldía de Madrid por el Partido Popular.
Salió indemne de aquel helicóptero que se fue a tierra por exceso de equipaje y jugó a ser heroína por un día hasta que se descubrió el bochornoso "sálvese quien pueda y ahí os quedáis", tras aquel atentado en la ciudad de Bombay.
Nos alegramos de su buena estrella en estos dramáticos episodios, pero la estrella fue perdiendo luminosidad y apagándose inexorablemente hasta quedar casi en penumbra. No se puede vivir de mentiras o medias verdades durante demasiado tiempo.
El "Tamayazo" y su papel de primera actriz en aquel febril sainete inaugurador de hospitales sin pacientes, sólo porque eran tiempos de elecciones, sus exageradamente ridículas palabras al afirmar que ella había destapado la "trama Gürtel", su pena por el sufrido turista que ha de soportar a tanto mendigo durmiendo a pierna suelta en las confortables aceras de la capital, su profundísimo pesar por haber sido engañada tan miserablemente por parásitos y corruptos, nombrados por ella misma, que han estado ronroneando durante años a su alrededor sin que ella nada extraño sospechara. Las falacias e insultos dirigidos a sus contrincantes políticos, las bondades desmedidas de sus amigos que esperan en la cárcel por robar a manos llenas, sus triquiñuelas y chistes facilones, su demagogia, su populismo barato y su casposo casticismo han acabado diseñando al viejo dinosaurio que es necesario desterrar de la política si aún seguimos soñando con un país más limpio y riguroso.
Pese a que Esperanza Aguirre se vea jaleada a diario por una legión de adocenados periodistas que pretenden hacer pasar por geniales sus insulsas ocurrencias, ya no habrá tiempo ni lugar para otorgarle alguna credibilidad. Sus biógrafos sólo podrán hablar de las decimonónicas historietas de una tal Esperanza.
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