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Señor candidato, ¿le importa Asturias?

25 de Mayo del 2015 - Martín Montes Peón (Oviedo)

Es una pregunta que traslado a cualquier candidato/a a presidir, o tratar de hacerlo, el Principado de Asturias, o a ocupar un escaño, una concejalía, quizás una Alcaldía, y no se trata de ninguna pregunta capciosa, peyorativa o inquisitorial, pues la única pretensión es la de conocer hasta dónde llega el compromiso real, si es que lo hay, para con nuestra querida Asturias.

Dando por sentado el respeto que cada cual merezca, y aunque lo más seguro es que ninguno responda a la pregunta, bien por ignorar el sentimiento afectivo, o tal vez porque no es costumbre de los políticos mantener una relación fluida con quienes les votan, aun en campaña electoral, el interrogante planteado responde a la sensación generalizada que tenernos muchos ciudadanos sobre el sentimiento real que les inspira nuestra tierra. Fíjense bien, que me refiero al sentimiento y no a lo que la gran mayoría de ustedes promete hacer, para poco después olvidarse por completo de lo que una vez dijeron.

Verán, cualquier día de éstos, me ha dado por efectuar un pequeño viaje por las hemerotecas de la historia política reciente de nuestra querida Asturias, es lo malo que tienen los archivos, y no he encontrado mayores diferencias con lo prometido, lo hablado y lo debatido, con respecto a veinte años atrás, por ejemplo. Incluso, bastante a mi pesar, me he encontrado con las caras y los gestos de muchas personas que ya por entonces navegaban en las aguas tranquilas que comportan el cobro de un salario generoso a cambio de un trabajo llamémosle liviano. Y no, no teman, mi mezquindad no alcanza a pedirles que trabajen gratis, o que se rebajen el sueldo a la mitad, pero al menos desde hace dos décadas hasta ahora no he hallado el menor entusiasmo ni la menor declaración comprometida de los que se desprenda una inequívoca muestra de amor por nuestra tierra. Se han llenado, y se siguen llenando, la boca a la hora de presentar propuestas que saben irrealizables, abundan en cuestiones irrelevantes que no son, primarias para las acuciantes necesidades de nuestra querida Asturias, y, eso sí, invariablemente, han adornado sus intervenciones descalificando al contrario, cuando no insultando, sin que haya escuchado una sola vez de prácticamente ningún concurrente un compromiso de lealtad y entrega hacia Asturias, que yo entiendo que debiera ser equivalente al que un amante le procura a su amada.

Por consiguiente, mucho me temo que no ha de ser a ninguna de las candidaturas ya conocidas a quienes les conceda mi confianza, y eso que, en honor a la verdad, admito que el último presidente del Principado ha pasado y pasa por ser el más serio y coherente de los últimos tiempos. De tal manera que, en esta ocasión, y sin que las hemerotecas delaten veleidades antiguas, me he entretenido en echar una somera ojeada a las que llaman fuerzas políticas emergentes y, válgame Dios, me he topado con recetas casi idénticas que las ya emergidas, y lo que es más preocupante, sin absolutamente ningún proyecto nuevo que resulte tangible, atractivo, realizable, creíble... Sólo un montón de nuevas vaguedades que andan lejos de arrancarme el voto, y explicaré las razones. En uno de los casos, refiriéndome al partido liderado por un señor de Cataluña, la percepción que transmiten es que han hecho un conglomerado de disidentes de otros partidos, dispuestos a ir con los de la feria y volver con los del mercado, y hombre, uno ya peina canas desde hace una temporada como para invertir en quimeras. Y por el otro lado, el partido que fue revelación de las últimas elecciones europeas, herederos del 15-M y otros movimientos sociales, y por los que admito que he llegado a albergar simpatías y buenas sensaciones, han conseguido decepcionarme incluso antes de obtener representación institucional, que la obtendrán, seguro, porque el bochornoso espectáculo que nos han ofrecido a la hora de confeccionar sus listas electorales, por ejemplo para el Consistorio ovetense, viene a probar las mismas malas artes de abrirse el paso a codazos, tan común en el resto de partidos ya conocidos de sobra.

En modo alguno trato de emular al protagonista de la fabulosa novela de Delibes "El disputado voto del señor Cayo", pero si por un casual alguno de los candidatos/as quisiera responder, le sugiero que se lo piense muy bien antes de hacerlo, porque tratándose de Asturias, no estoy en disposición de escuchar promesas huecas, ni palabrerías políticas al uso, y disculpen si uno da muestras de ser algo torpe o escasamente inteligente, pero no he tenido la percepción de que ninguno de ustedes ame profundamente a esta tierra. Si lo hicieran realmente, no perderían tanto tiempo en insultarse. Si lo hicieran, tampoco utilizarían palabras vagas ni ambigüedades poco comprensibles. Si lo hicieran de verdad, podrían tener el decoro de no acercarse a los asturianos sólo durante los quince días que dura la campaña, para no volverles a ver el pelo hasta la próxima elección.

Miren, el asturiano medio no es ningún intransigente que pida lo imposible a sus representantes. Tan sólo pretende que cualquiera que desee obtener un acta de lo que sea, además de hacerlo con la mayor honestidad, firme un contrato con cada uno de ellos cuyas cláusulas contemplen lo que realmente se puede hacer. Un contrato en el que la única y máxima prioridad sean las personas, antes que las cosas, que, de paso, les obligue a mantener las puertas de sus despachos abiertas para recibir a cualquier ciudadano que lo demande, a poner en marcha proyectos tangibles que atenúen las necesidades perentorias de tanta gente, a que escuchen bastante más y hablen bastante menos, y a que negocien con quien sea necesario para que se creen industrias, fábricas o cualquier actividad que genere empleo de verdad... Y lo más importante de todo, a que se emocionen y se apasionen cada día que acudan al trabajo, sin entrar en estúpidas trifulcas, porque el orgullo de sentirse asturianos y trabajar para Asturias les impida hacer otra cosa que no sea la obtención de resultados para nuestros compatriotas, con la máxima humildad, con el mayor respeto y, desde luego, con la educación y cortesía parlamentarias tan ausentes en la gran mayoría de los casos.

Puede que valoren lo que digo como una más de las muchas ocurrencias o utopías tan frecuentes, por desgracia, pero en este caso lo que digo es perfectamente realizable, y para hacerlo, tan sólo es necesario amar profundamente a Asturias. Ustedes verán.

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