Controles
Ya saben lo dados que somos en España a llamar a las cosas no por su verdadero nombre. Algunas deformaciones del lenguaje, reprobables, son los llamados inglesismos o francesismos a los que nos hemos acostumbrado sin que nadie haga nada por evitarlo. Porqué, me pregunto yo, se llama mountain bike a la bicicleta de montaña, interviu a la entrevista, dosier al expediente o C D al D C, por ejemplo. A esto contribuyen eficazmente las cadenas de televisión, sus telediarios y no digamos esos personajillos, ya saben, los que hablan continuamente de la vida privada de terceros ante las preguntas de sesudos periodistas y la dirección del mariquita de turno que continuamente nos recuerda su homoxesualidad, también, no se van a librar, académicos demasiado pusilánimes. Pero, al fin y al cabo, esos pecados son veniales si los comparamos con el uso torticero del lenguaje que hacen los políticos. Se está produciendo una desaceleración de la economía un incremento negativo o chorradas por el estilo, tal parece que quisieran emular a la propaganda nazi cuando, al final de la II Guerra Mundial, decían avanzamos hacia la retaguardia. La manipulación del lenguaje, en fin, no es cosa de los incultos que continuamente lo deforman, sino de los que, a sabiendas, esconden su cobardía tras las palabras mal empleadas. Esto viene a cuento de lo que últimamente se viene escuchando en Asturias en reuniones con responsables de Medio Ambiente y Parques Nacionales. Los mal llamados ganaderos, esos que tienen otras ocupaciones pero que usufructúan los pastos públicos donde dejan, sin cuidado alguno, las reses durante meses, los alcaldes de esos pueblos donde el amiguismo sigue siendo un valor imperante y esos políticos que se dedican a defender intereses corporativos o particulares por encima del bien general, han cambiado la palabra muerte por control. No se atreven a pedir el exterminio de las pocas decenas de lobos que nos quedan, piden los controles permanentes, un escalón más en lo que los responsables del gobierno del Principado vienen imprudentemente autorizando. A este coro ya se han unido agricultores, pescadores de río, etc. Unos quieren el control del lobo, otros de los jabalíes, otros de los cormoranes. Todos quieren exterminar, sin pararse a pensar cuáles son las causas de las cosas, a los animales que les estorban. Nosotros tenemos claro a quién hay que controlar, sin eufemismos, naturalmente.
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