¿Derecho a votar?
Todo español tiene derecho a voto. Incierto.
No en mi caso. No me han dejado.
Me he decidido a escribir estas líneas para manifestar mi indignación con el sistema electoral que me ha privado de un derecho tan básico, y me explico:
En su día solicité el voto por correo ante la incertidumbre de poder acudir a las urnas el domingo 24. Esta semana saco de mi buzón el recibo para recogerlo en mi oficina postal, me presento, firmo, abro el paquete, introduzco las papeletas elegidas en sus correspondientes sobres, cubro el pertinente certificado, retiro el recibo y me voy creyendo haber ejercido mi derecho.
Pues no.
Lo que son las casualidades: ayer me encuentro hablando del asunto con un compañero que, al igual que yo, había recurrido al voto por correo; me comenta algo de una “hoja del censo”, me sorprendo, lo interrogo, me informo y me acelero. Por un error de la oficina, no me fueron remitidas ni las instrucciones de voto, ni la hoja del censo que debí haber adjuntado pero que desconocía por falta de las debidas indicaciones.
¿Y ahora qué? Pues que me encuentro fuera de plazo para cualquier reclamación fructífera; que en la oficina censal de Oviedo una señorita asume el error y, ante mi desesperación, fríamente, me abofetea con dos palabras: “voto nulo”.
Colaboro con un partido minoritario, encabezo una de sus listas en el Principado y, sinceramente, me duele esta impotencia. Soy consciente de que esta vez no podrá ser, como también lo soy de lo mucho que tenemos que trabajar para que estas cosas no sigan sucediendo. Quizá ese voto no signifique nada, pero para mí era el fruto de un trabajo diario, un pequeño susurro de los que no tienen voz, un paso hacia el fin del maltrato animal; y para no variar, nos lo han arrebatado.
Hoy, lo único que me queda por ejercer es el derecho a la pataleta.
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