Ni mandarín, ni oriental
No me gustan estos cambios que trae la economía globalizada. Ahora resulta que el Ritz de Madrid va a llamarse Mandarín Oriental. Me alegro de que la señora Koplowitz & Cía. se hayan hecho aún más millonarios por la venta, pero el nombre que ni lo toquen.
No es lo mismo decir “Voy al Ritz” que “Voy al Mandarín Oriental”. ¡Dónde vas a comparar!
Esta manía de cambiarle el nombre a todo tiene que tener un límite. Me resigno a que los chinos, los saudíes, los rusos, nos lo compren todo; pero que no cambien el nombre a lo que ya son buques insignia de nuestro patrimonio. Bueno, nuestro no.
No es que yo frecuente mucho el Ritz, más bien nada; pero me fastidia, me repatea perder hasta los nombres: ya no nos dejan ni eso. Cuando pasan estas cosas, ante las cuales poco o nada se puede hacer, me acuerdo de la baronesa, la Thyssen, que cuando Gallardón quiso talar los árboles del paseo del Prado ella amenazó con atarse a uno de ellos. Pues a mí casi todos los días me apetece atarme a un árbol en protesta por algo; ya sé que no sería lo mismo. La baronesa es mucha baronesa y yo no; de hecho, pasó de ser Tarzana a Baronesa, y eso no lo podemos decir todas.
Pero en cuestión de árboles igual le hubiera ido mejor seguir siendo Tarzana; en cuestión de dinero, claramente no.
Decía Machado y cantaba Serrat: “Todo pasa y todo queda/, pero lo nuestro es pasar/, pasar haciendo caminos/, caminos sobre la mar”. Pues aquí pasa de todo, no queda nada y los caminos y todo lo demás se lo lleva la mar.
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