A Milena
Sí, a Milena Lanzas de Vega, entrañable y querida amiga coterránea, estés donde sea, seguramente en el cielo. Disculpa por no haberle dado mi sentido pésame a tus dolientes hijos presididos por Ana Ligia y demás grande y honorable familia enlutecida. Desde que Patricia Genie, que vive también en el Principado de Asturias, me diera la tan inesperada como insospechada noticia de tu fallecimiento, de tu muerte, bien sabrás que me quedé mudo, y así se ha ido el tiempo, hasta ahora, 17 de mayo de 2015, en que estoy cumpliendo 80 “cumpleañeros”, para desahogar en la amistad mis sentimientos, como si estuvieras aún viva, te escribo. Queriendo que en vez de ser una carta íntima se publicite en la revista matagalpense “Vox Pópuli”, de prestigio nacional, donde solías escribir tus magníficos artículos impregnados de una cultura muy especial, haciendo gala de profundos conocimientos históricos, brillando con fulgor y donde tu prosa, insospechadamente, se volvía a todas luces, como buena nicaragüense, poesía sustancial... Por eso, cómo no recordar tus versos: “Cuando el alma llora: Estoy suspendida en el vacío./ Soy un ser intangible,/ mas yo sé que tengo vida/ y lanzo un grito angustiado/ que nadie escucha.../ pero soy más que un punto/ perdido en el espacio...”. Rotundos versos que aquí, en el norte de las Españas, al publicitarse, se conocieron, transcritos en la revista deportiva-cultural en el 43.º Descenso Internacional Alto Nalón del año 2013 que edita el noble Chema Valdés desde las cuencas sagradas del gran río Nalón, y que tú, Milena, al tener la escritura ante tus ojos, agradeciste el envío totalmente emocionada...
Qué pena. Recibí tu última carta que me enviaste con fecha 5 de febrero de 2014 y a la que te contesté fechada en mes de mayo del mismo año, en la que, entre otras cosas importantes, me decías: “Yo no puedo desplazarme sola... además sufro otras cosas que en otra oportunidad te contaré. Tu referencia a mi novela me llenó de entusiasmo y me levantó el ánimo y lo tengo algo caído y no he vuelto a escribir...”. Pobre amiga Milena, que cerraste la última página de tu propia vida con una enfermedad que la ciencia no ha podido curar. Pero, no obstante, quedó tu escritura, que vale la pena tus hijos puedan publicar, pues era tu deseo, tal nuestra comunicación. Pues como escribió un buen amigo asturiano, periodista y colosal escritor, Ignacio Gracia Noriega: “La vida pasa, los hombres se convierten en polvo y olvido, pero la obra bien hecha permanece”, rotundamente, a la posteridad; la obra escrita de nuestra inolvidable amiga es para siempre recordar. Desde la otra orilla del mar, adonde me trajo el destino, lo sabes bien, te envío mi íntimo y particular responso, sollozando, contrito el corazón.
Heradio González Cano
Oviedo
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